sábado, 4 de junio de 2011

EL VERDADERO PROBLEMA

Desde hace casi tres décadas (desde febrero de 1982, para ser exactos), los venezolanos hemos visto deteriorarse, año tras año, las condiciones de vida de la población, como consecuencia de una crisis que no ha podido ser resuelta a pesar de las múltiples recetas adoptadas para tratar de superarla.

Nos hemos acostumbrado a que nuestros políticos, algunos con tono doctoral y engolado y otros en lenguaje llano y tropero, aleccionen sobre economía y diserten sobre las variables económicas que deben ser pulsadas para sacarnos de la crisis. También nos hemos acostumbrado a vistosas presentaciones y estudios de opinión dirigidos a “detectar” los principales “problemas” en función de los cuales se elaboran propuestas, proyectos, discursos y acciones políticas.

Recientemente, algunos de esos estudios han venido señalando como los principales problemas de los venezolanos a la vivienda, la inseguridad, el desempleo y otros de diferente naturaleza. En función de tales “descubrimientos” realizados a través de las encuestas, tanto el gobierno como la oposición construyen sus principales argumentos y ofertas políticas de cara a cada proceso electoral.

Ciertamente, no podemos negarlo, la falta de vivienda, la deficiente prestación de servicios públicos que alcanzan a grados inaceptables como en el caso del suministro eléctrico, la inseguridad que campea en todo el país aparejada con una creciente impunidad y un progresivo deterioro de los servicios policiales que también se hunden en un mar de corrupción y violación de derechos civiles, el deterioro creciente de la infraestructura del país, la inflación y el costo de la vida, el empeoramiento en la prestación y en la calidad de los servicios de salud, la ausencia de un correcto sistema de seguridad social y muchísimos otros “problemas” detectados por las encuestadoras, son realidades que acogotan al ciudadano común y que además estimuladas por un discurso político que estimula el resentimiento, la exclusión y la injusticia, han convertido a la sociedad venezolana en una olla de presión a punto de estallar.

Pero no es menos cierto también que muchísimos de esos problemas, son el reflejo natural, la consecuencia lógica de una situación mayor a la que se encuentran sometidos grandes sectores de la población venezolana, de un fenómeno que desde larga data afecta gravemente a toda la estructura social y del cual todos los demás que hoy detectan las encuestas no son más que la consecuencia lógica y natural.

Ese fenómeno no es otro que la pobreza.

La mayoría de quienes habitamos hoy Venezuela, crecimos acostumbrados a escuchar que éramos parte de un país “rico”, lleno de oportunidades y provisto por la providencia de una superabundancia de recursos naturales que nos hacían una nación predestinada al éxito y la bonanza.

La realidad, sin embargo, demostraba que lejos de tal “riqueza”, importantes sectores de la población venezolana vivían en condiciones de marginalidad y pobreza, excluidos totalmente de los beneficios de esa “riqueza” tan proclamada.

Recuerdo como, siendo estudiante de los primeros años de derecho, antes del viernes negro y en plena vigencia del “ta barato dame dos” que nos convirtió a los venezolanos en los más esperados pero también más despreciados clientes de Miami, me sacudió, junto a muchos otros compañeros de estudio, el contenido de un libro puesto a nuestra consideración por el Padre Luis María Olaso, llamado “La Miseria en Venezuela” y que contenía un estudio realizado por un economista canadiense, Michel Chossudovski, cuyo contenido demostraba, más allá de toda duda, la falsedad de la bonanza venezolana y el escalofriante escenario de pobreza y miseria que se escondía detrás de la aparente “riqueza” de nuestro país.

Un estudio como el de Chossudovski que, entre otras cosas, señalaba como el 70 por ciento de la población venezolana no alcanzaba los requerimientos mínimos de calorías o que el 44 por ciento vivía en condiciones de hipoalimentación (es decir, no consumía proteínas y apenas escasamente lograba consumir adecuadas dosis de carbohidratos), no podía resultar grato para quienes dirigían los destinos de la nación y por ello fue recogido  por instrucciones expresas del Ejecutivo Nacional (gobierno de Luis Herrera Campíns, para ser exacto) y su circulación resultó escasísima y limitada.

Si accedemos a la página Web del INE (Instituto Nacional de Estadísticas), podremos encontrar allí como la estadística relativa a la pobreza, desde el año 97 hasta el 2009 (aún no se han publicado las cifras del 2010 y obviamente no se cuenta con estadística actual del 2011) nos demuestra que en determinados periodos más del 50 por ciento de los hogares venezolanos se han encontrado viviendo en condiciones de pobreza y hasta un 30 por ciento ha tenido que sobrevivir en condiciones de pobreza crítica.

Esa misma página del INE señala como se ha producido una supuesta “disminución” de los índices de pobreza a partir de 2004 para ubicarse, en el 2009 en un 24 por ciento de hogares pobres y un 6 por ciento de hogares en condiciones de pobreza crítica. Sin embargo uno no puede dejar de tener reservas en relación con dichas cifras, por varias razones.

La principal es que el estudio por línea de ingresos efectuado por dicha institución, se hace tomando como premisa el ingreso promedio de un hogar y considerando como pobre aquel cuyo ingreso se demuestre insuficiente para adquirir la denominada “canasta básica”, pero llama la atención el hecho de que se considera “ingreso” al proveniente, de fuentes como pensión de superviviente, orfandad y otros tipos, ayuda familiar o de otra persona, Subsidio familiar( Beca alimentaría), Beca o Ayuda Escolar, Pensión o Jubilación por Seguro Social,  Jubilación por trabajo, rentas de propiedades, intereses o dividendos. Es decir, que si en un hogar, entre todos los integrantes obtienen, por cualquiera de dichos conceptos, un ingreso suficiente para cubrir el costo de la “canasta básica”, es considerado “no pobre”.

Ahora precisemos bien los conceptos anteriores. La canasta básica es un paquete que comprende la denominada “canasta alimentaria” más algunos servicios no alimentarios importantes, tales como servicios públicos básicos, salud y educación. Por su parte, la “canasta alimentaria” comprende los siguientes rubros: 1 Kilo de Arroz, 400 gramos de Avena, 1 kg de harina de maíz, 500 gramos de pasta, 6 kgs de carne ( 1 Kg de carne molida, 1 Kg de falda, 1 kg de lagarto, 1 kg de hígado y 1 kg de carne de cochino) y  1 kg de mortadela, 4,5  Kgs de pescado (atún, corocoro, sardina, cazón), 12 huevos, 1 litro de leche, 1 kg de leche en polvo, 1 kg de queso blanco, 1 ltr de aceite, 500 grs de margarina, 445 grs de mayonesa, 9 kgs de frutas, 5 kg de hortalizas (auyamas, cebollas, pimentón, tomate, zanahoria), 4 kgs de tubérculos (yuca, apio, ocumo y papas), 2 kgs de granos, 1 Kgr de azúcar, 1Kg de sal y 1 Kg de café (la integración y elementos de esta canasta pueden verlos en http://www.ine.gov.ve/condiciones/CostovidaPorGrupoProductos.htm).

Ahora bien, la “Canasta Básica”, cuya adquisición confiere la condición de “no pobre”, tiene actualmente un costo aproximado de DOS MIL SEISCIENTOS NOVENTA Y TRES BOLIVARES (Bs. 2.693,00). Por su parte, la “canasta alimentaria”, a cuya posibilidad de adquisición se asocia la calidad de “pobre”, y cuya imposibilidad de adquisición califica de “pobre extremo” a un hogar venezolano, tiene un costo actual, para el INE, de MIL CUATROCIENTOS CINCUENTA Y OCHO BOLIVARES (Bs. 1.458,00) y cubre las necesidades básicas de una familia promedio venezolano, equivalente a cinco (5) personas. En consecuencia, si entre los 5 miembros de la familia cuentan con un ingreso, que puede provenir de cualquier fuente, inclusive ayuda familiar o de otra persona o “becas” (¿recuerdan las misiones?) que alcance a 2.693 bolívares, ya es considerado no pobre. Y solo si entre los 5 miembros del grupo familiar promedio no alcanzan a un ingreso equivalente al costo de la “canasta alimentaria” de 1.458,00 bolívares, es considerado “pobre extremo”.

Creo que a los lectores les resultará tan obvio como a mí, que la cifra real de pobreza existente en nuestra querida Venezuela está muy lejos de los porcentajes contemplados por el INE y ampliamente difundidos por la propaganda oficial. Es una lástima no poder contar con una estadística confiable y exacta que permita medir esa realidad de manera aceptable y que permita la formulación de políticas públicas.

Es ese fenómeno de pobreza el que se está manifestando en las distintas variables que nos muestran las encuestas. Después de todo, ¿Cómo no va a haber crisis de vivienda en un país cuya población no puede, en su mayoría, acceder a suficiente alimento? ¿Cómo adquiere una vivienda un ciudadano que apenas puede tener acceso a una ingesta mínima de alimentos? ¿Cómo no va a existir un altísimo grado de inseguridad personal en una sociedad que presenta unas características de pobreza tan avanzadas? ¿Como una sociedad sacudida por una pobreza de la magnitud expresada puede desempeñarse eficientemente en términos económicos?

Como verán, el verdadero problema, el problema mayor, el problema madre, no es otro que la pobreza, con el agravante de que no es lo mismo ser pobre en la Venezuela del 2011 que en la Venezuela de 1930 o de 1960. En un mundo globalizado, cuyo avance tecnológico nos asombra y en una humanidad que ha alcanzado cotas de confort y comodidad avanzada, tener que sobrevivir en las condiciones de pobreza en que se ve obligada a subsistir una gran porción de la población venezolana, es una barbaridad, una iniquidad que debería conmovernos profundamente y ante la cual deberíamos, como cuerpo social, responder con premura, con solidaridad, con humanidad.
 
Por ello, sostengo una vez más que hoy, como nunca, la dirigencia política tiene que dejar de pontificar sobre economía y desarrollar un discurso, un proyecto y una acción que se dirija a enfrentar el problema de la pobreza y que se identifique con ese enorme sector de población que sufre, día tras día, la gravedad de una pobreza generalizada y agobiante. 

En las semanas por venir, abordaré el tema nuevamente, en otros aspectos.