jueves, 28 de abril de 2011

SOSPECHAS Y PRUEBAS

Este domingo tuve la oportunidad de disfrutar la lectura de una excelente entrevista realizada en el diario El Nacional a Elisa Lerner. De la conversación entre el periodista y esta afamada intelectual y escritora venezolana, dos menciones me hicieron reflexionar profundamente y me han mantenido así durante casi toda esta semana. La primera de ellas es el llamado formulado por Lerner a rescatar el valor de lo civil, tan perdido últimamente en nuestra Venezuela y su referencia destacada a la figura señera de José Gregorio Hernández, haciéndonos ver como el Siervo de Dios no es solo una figura emblemática de nuestra religiosidad, sino, mas allá aún, un verdadero héroe civil. La otra mención para reflexión, lo constituye su propio discurrir en relación a como nos hemos convertido en una sociedad que ha despreciado, consistentemente, a sus intelectuales como orientadores de la vida política, destacando el caso de Gallegos, que fue realmente puesto de lado como referencia política aún cuando siempre hemos “respetado” su grandeza como literato e intelectual.

Ciertamente, uno de los ejes centrales del pensamiento de Betancourt, Leoni, Caldera y Villalba, promotores y constructores de la etapa democrática mas larga que ha disfrutado nuestra patria, giraba alrededor de la necesidad de restablecer el justo valor de la civilidad. En una sociedad como la nuestra, que histórica y tradicionalmente ha elogiado al hombre de armas, al hombre de acción y que deja en segundo plano la figura del intelectual civil (no debemos olvidar nunca por ejemplo el conocido enfrentamiento entre Vargas y Carujo en los inicios de nuestra vida republicana) privilegiando al Procer Militar por encima de un procerato civil prácticamente desconocido (como si no los tuviéramos en abundancia superlativa), esa propuesta novedosa de los jóvenes que constituyeron la Generación del 28 y que luego quedó incorporada en algunas obras de Betancourt y que ocupó destacada posición en la famosa “Carta de Barranquilla”, parecía quizás destinada al naufragio y para muchos es evidente su destino final con la militarización creciente impuesta a rajatablas por el gobierno de nuestro Comandante-Presidente y la constante exacerbación de lo militar, puesto por encima de lo civil.

Pero no parece que esto fuera una condición solo propia de la sociedad venezolana. En un subcontinente caracterizado por la creciente pobreza y marginalidad y la evidente falta de orientación política, como es nuestra Latino América, no deja de sorprender el hecho de que intelectuales y escritores son vistos, casi en su totalidad, como hombres que son muy buenos, muy sabios, a quienes debemos honrar mucho y reconocerles esa condición casi mágica de contadores de historias, pero a los que no hay que hacerles mucho caso cuando se ponen a tratar de dar su opinión o peor aún, cuando cometen la imperdonable osadía de tratar de incursionar en la actividad política activa. Lo acontecido en Venezuela con Gallegos y Uslar Pietri, a quienes muchos “políticos” no dejaron de admirar mas que como se admira a un jarrón chino, pasa igual allende nuestras fronteras con innumerables intelectuales.

Quizás la mejor manera de emblematizar lo dicho, sea lo que ocurre con Mario Vargas Llosa en el Perú. Puesto a discurrir con la situación electoral de su país, Vargas Llosa no ha hecho mas que dar su opinión y asumir el rol que cualquier intelectual medianamente comprometido con su patria haría: tratar de orientar. Y sencillamente ha dado su criterio de una manera quizás mucho mas complicada que la adoptada por un profesor americano que también aprovechó para dar su opinión en relación con lo que pasa en el Perú en unos términos mucho mas simples y fáciles de entender: “De uno tengo sospechas, de la otra, tengo pruebas”. Esta frase feliz por su simpleza, reivindica mucho a Don Mario. La verdad verdadera es que sobre Ollanta Humala muchos tenemos dudas y sospechas. No podría ser de otra manera si observamos el background del sujeto, su pasada “conexión” con Chávez, su filiación familiar con ideas extremas de izquierda. Pero también, durante los últimos tiempos, ha dado muestras de un “desmarcaje” con la figura de Hugo, una creciente vinculación con la izquierda democrática, un cercano vínculo con la figura de Lula (otro personaje, por cierto, sobre el cual muchos tuvieron dudas por su procedencia y vinculación con movimientos de extrema izquierda, pero que supo dar pruebas irrefutables de su convicción democrática y de su compromiso irrenunciable con las aspiraciones de los mas desposeídos del Brasil) al punto de que sus principales asesores durante la actual campaña electoral proceden precisamente del círculo mas cercano al ex – presidente brasileño. Destaca también en su discurso la constante mención a los modelos brasileño y chileno como ejemplos a seguir, sus declaraciones de intención en relación al mantenimiento de relaciones con los Estados Unidos, el  mantenimiento del TLC, el respeto a la libertad de expresión y comunicación, su intención de no reelegirse, etc.

De tal modo pues, que la figura de Ollanta puede razonablemente suscitar “dudas” y es obvio que acostumbrados como estamos a sufrir desengaños de todas aquellas promesas efectuadas al calor de una campaña electoral, no podamos dar, ni mucho menos recibir garantías de estricto cumplimiento por parte del candidato que hoy por hoy parece encabezar las preferencias electorales peruanas.

Pero del otro lado, no hay frente a Ollanta un contendor que constituya faro de luz, ni garantía de seguridad. Es mas, quien secundó a Ollanta en la primera vuelta electoral en el Perú y disputa con el actualmente la Presidencia, no es ni siquiera una figura que genere “dudas” (al menos para quien suscribe). En realidad, si a ver vamos, Keiko Fujimori es la hija de Alberto Fujimori, es decir de un personaje cuyas características, rasgos y modos de ejercicio del poder lo mantienen nada mas y nada menos que preso, reo condenado de delitos contra los derechos humanos. Durante su gobierno, que indudablemente tuvo origen en la voluntad popular, porque fue electo precisamente contendiendo contra Mario Vargas Llosa, realizó acciones que son absolutamente imperdonables. ¿Alguien recuerda el cierre del Congreso, utilizando la fuerza militar puesta bajo su comando? ¿Ya olvidamos la persecución constante contra todos los opositores, la corrupción generalizada, el ejercicio autoritario del poder, la dictadura solapada que implantó, su intención nunca velada ni embozada de perpetuarse en el poder, incluso con la utilización del fraude electoral?. Pues bien, durante ese gobierno, su hija Keiko fungió de “primera dama” y fue frecuente acompañante de su padre en todo tipo de actos políticos y un personaje de evidente influencia en el gobierno fujimorista y en el entorno presidencial.

Es esa misma Keiko, a los que muchos hoy quieren hacernos pasar por defensora de la democracia y última barrera en la batalla por la defensa de la libertad, la que declara que el gobierno de su padre fue el mejor de la historia peruana, la que para tratar de confundir incautos declara que el gobierno de Alberto Fujimori fue “democrático” porque fue electo por el pueblo y que solo fue “autoritario” en su ejercicio, como si fuera posible conjugar democracia y autoritarismo.

En fin, ante un cuadro como el que presenta Perú, en el que nadie parece entender que lo verdaderamente imperdonable es que los partidos realmente democráticos y sus máximos dirigentes no hayan sido capaces de empinarse sobre sus diferencias para enfrentar un escenario que ya era advertido por los estudios de opinión, ni mucho menos fueron capaces de construir una propuesta que resultara atractiva y creíble para la mayoría de los peruanos ni de generar una conexión con los sectores mas desposeídos y por lo tanto mas necesitados de orientación, yo prefiero dejarme orientar por un hombre como Mario Vargas Llosa. Gracias a Dios no soy peruano y por lo tanto me encuentro excluido del estrés ciudadano a que se encuentran sometidos hoy en día los votantes de ese país, pero si tuviera que hacerlo, si tuviera que escoger, creo que aceptaría el argumento de Don Mario tan simplificado en la frase feliz del docente americano: “De uno tengo sospechas, pero de la otra tengo pruebas”.