Me ha llamado mucho la atención
que hay dos sectores, aparentemente contrapuestos, dedicados a hacer
concienzudos análisis de las encuestas. Por supuesto, el primero es el sector
oficialista, que ha desparramado un montón de cifras de conocidas y no tan conocidas
encuestadoras que en su entender “favorecen” a Hugo. Repentinamente, todos los
seguidores del Comandante Presidente han fijado su mirada en las encuestas y
reivindican un fervoroso credo en la infalibilidad de esos instrumentos de
medición. Parecen olvidar que algunas de esas mismas encuestadoras daban, por
decir un ejemplo, ganador a Diosdado en Miranda, antes de que nuestro
coterráneo Presidente de la Asamblea Nacional, ese mismo a quienes algunos han
dado en llamar “ojitos lindos”, sufriera el “revolcón” que le propinó
justamente el actual candidato unitario.
Sin embargo, difícilmente pudiera
yo criticar que los chavistas “legítimos” no recibieran con buenos ojos y mejor
esperanza esas encuestas. ¿Qué algunas de ellas son pagadas por el Gobierno o
que sus Directivos reciben el patrocinio de un ente oficial para viajar por el
mundo mostrando sus resultados? De todas maneras esas “menudencias” no tienen
porque amilanar a ningún chavista de leal corazón, porque lo importante es el
número que ellas muestran, que viene a ser para el ánimo de muchos de ellos algo
casi como una Viagra, es decir, una panacea para levantar el ánimo, ya de por
si decaído por las malas noticias sobre la salud del Comandante.
El otro sector que proclama en
alta (tal vez demasiado alta) voz el resultado de esas mismas encuestas, es esa
porción de la oposición que parece temer mas el obvio desplazamiento que supone
para ellos la renovación política y generacional que encarna Henrique Capriles
Radonski. Ese mismo pedacito de la oposición que hasta hace poco, nucleados
alrededor de otros precandidatos, decían que “según las encuestas la cosa está
pareja” hasta que asumieron, hipidos de por medio, que Henrique Capriles había
arrasado en las primarias con una sólida mayoría construida a fuerza de
amplitud, perseverancia y trabajo. Es ese mismo sector cada vez mas minoritario
de la oposición que cada vez que se refieren a Capriles y al liderazgo joven y
renovado que lo rodea, lo hacen con un cierto dejo de desdén, porque se creen
políticos más experimentados ya que, según ellos, Capriles carece del “rodaje”
que ellos tienen, como si no se dieran cuenta de que en gran medida ese “rodaje”
de ellos tuvo que ver con el “rodaje” del país por la cuesta que significan
Hugo y su combo. En fin, son esos políticos de la “vieja guardia” que todavía,
como Ramos Allup, disfrutan creyendo que son los “enfants terribles” de la
vieja política, sin darse cuenta de que las grandes mayorías los rechazan tanto
o más que a Hugo, con quien, por cierto,
pareciera que saben entenderse mejor que con Capriles.
Son esos mismos políticos
acartonados, como planchados con almidón, que gustan de hablarle a la gente con
su tono docto y engolado, porque creen que el tonito los coloca en una posición
superior, sin entender nunca que la gente sencilla, común y silvestre no los
entiende y que no gozan de su simpatía precisamente por esa distancia enorme
que ellos mismos marcan. A algunos, en determinados momentos, hasta les ha dado
por decir groserías y palabrotas, creyendo que de esa manera de “acercan a la
masa” sin darse cuenta de cuan mal les queda la morisqueta.
Algunos de esos viejos políticos,
hasta hace poco, trataban vanamente de jugar al maniqueísmo barato de la “izquierda”
y la “derecha” y pontificaban (eso sí, doctamente) sobre la invencibilidad de
la “maquinaria adeca” y de cómo la alternativa de “izquierda” se impondría
fácilmente. Utilizaron todo tipo de argumentos infantiles para tratar de
convencer (¿o de autoconvencerse?) de la bondad de “su” alternativa para la transición.
Son de esos políticos de esa vieja política rechazada y fracasada, plagada de
errores (¿alguien recuerda la “brillante idea” de abandonar las elecciones
parlamentarias y entregar la Asamblea Nacional al chavismo?), que nunca han
hecho un mea culpa, que jamás se han dado ni un golpecito de pecho ni mostrado
el menor arrepentimiento, pero que creen firmemente que “el pueblo” va a dejar
de votar por Chávez para reponerlos a ellos en sus antiguas prebendas, en su escandaloso
ejercicio del poder que no sirvió sino para generar a Hugo.
No pocos de esos sectores hablan
hoy a través de un muñeco de ventrílocuo, un personajillo oscuro y fatuo que
pretende actuar como el gran Gurú mayamero de la política venezolana. Un
personaje que siempre ha aportado poco pero ha tratado de disfrutar mucho y que
permanentemente trata de cobrarnos sus dizque sufridas persecuciones por
gobiernos del pasado. El que habla como si nunca hubiese roto un plato. Es más
que obvio que detrás de todo el palabrerío vacío, no hay sino lo que ha sido su
conducta constante: amenazar con el escándalo, pretender dañar con el uso del
medio de comunicación social que usufructúa, para tratar de obtener prebendas,
privilegios o posiciones mediante una negociación forzada.
La verdad es que tanto unos como
otros, me convencen cada vez más de que el camino seguido por Henrique Capriles
es el más correcto. Los votos de millones de venezolanos, emitidos el 12 de
febrero, para ungirlo como candidato unitario, ponen en evidencia que en la
oposición la gran mayoría quiere avanzar, sin mirar hacia atrás ni por un
momento, hacia un país mejor, más democrático, más justo, más igualitario, mas
incluyente, menos violento. Este “ruido” de Tirios y Troyanos, confirma lo
correcto del deslinde que bien supo hacer Capriles, en su momento, cuando llamó
a desprendernos de la “vieja política” para iniciar un camino renovado, joven,
democrático, amplio. Ese deslinde sin cortapisa con una manera poco ética de
entender el ejercicio político, fue, sin duda alguna, el momento cumbre de
Henrique Capriles. Y ese deslinde no quedó en meras palabras, ni fue un
ejercicio retórico, sino el convencimiento legítimo de estar interpretando el
sentir de las grandes mayorías opositoras.
Por eso, si me fuera dado, yo
solo le diría a Capriles que siga adelante sin prestar oídos a esos que solo
quieren “meter casquillo” para entrar en una discusión inútil e innecesaria que
solo llevaría a perder tiempo, a gastar pólvora en zamuros, en pesados (y
pasados) gallinazos que todavía revolotean sin entender que pasó su tiempo. El
discurso y el mensaje de la campaña electoral no puede ser otro, sino el que
hasta ahora se ha llevado, casa por casa, por todo el país. Un mensaje de
esperanza, de inclusión, de democracia, de compromiso con los sectores más
desvalidos y sufridos. Un mensaje de compromiso absoluto con la justicia social,
que garantice que nunca más habrá perseguidos políticos en nuestro país y que
jamás volveremos a tener un gobierno que discrimine a los venezolanos por su
pensamiento o que los divida en sectores irreconciliables.
Ante ese intento de chantaje y
saboteo, lo que Henrique debe hacer es seguir adelante, sin prestar oído a los
necios de siempre, sin que el palabrerío y el ruido le produzcan ni siquiera
cosquillas.