jueves, 24 de mayo de 2012

ENCUESTAS, CASQUILLOS Y COSQUILLAS


Me ha llamado mucho la atención que hay dos sectores, aparentemente contrapuestos, dedicados a hacer concienzudos análisis de las encuestas. Por supuesto, el primero es el sector oficialista, que ha desparramado un montón de cifras de conocidas y no tan conocidas encuestadoras que en su entender “favorecen” a Hugo. Repentinamente, todos los seguidores del Comandante Presidente han fijado su mirada en las encuestas y reivindican un fervoroso credo en la infalibilidad de esos instrumentos de medición. Parecen olvidar que algunas de esas mismas encuestadoras daban, por decir un ejemplo, ganador a Diosdado en Miranda, antes de que nuestro coterráneo Presidente de la Asamblea Nacional, ese mismo a quienes algunos han dado en llamar “ojitos lindos”, sufriera el “revolcón” que le propinó justamente el actual candidato unitario.

Sin embargo, difícilmente pudiera yo criticar que los chavistas “legítimos” no recibieran con buenos ojos y mejor esperanza esas encuestas. ¿Qué algunas de ellas son pagadas por el Gobierno o que sus Directivos reciben el patrocinio de un ente oficial para viajar por el mundo mostrando sus resultados? De todas maneras esas “menudencias” no tienen porque amilanar a ningún chavista de leal corazón, porque lo importante es el número que ellas muestran, que viene a ser para el ánimo de muchos de ellos algo casi como una Viagra, es decir, una panacea para levantar el ánimo, ya de por si decaído por las malas noticias sobre la salud del Comandante.

El otro sector que proclama en alta (tal vez demasiado alta) voz el resultado de esas mismas encuestas, es esa porción de la oposición que parece temer mas el obvio desplazamiento que supone para ellos la renovación política y generacional que encarna Henrique Capriles Radonski. Ese mismo pedacito de la oposición que hasta hace poco, nucleados alrededor de otros precandidatos, decían que “según las encuestas la cosa está pareja” hasta que asumieron, hipidos de por medio, que Henrique Capriles había arrasado en las primarias con una sólida mayoría construida a fuerza de amplitud, perseverancia y trabajo. Es ese mismo sector cada vez mas minoritario de la oposición que cada vez que se refieren a Capriles y al liderazgo joven y renovado que lo rodea, lo hacen con un cierto dejo de desdén, porque se creen políticos más experimentados ya que, según ellos, Capriles carece del “rodaje” que ellos tienen, como si no se dieran cuenta de que en gran medida ese “rodaje” de ellos tuvo que ver con el “rodaje” del país por la cuesta que significan Hugo y su combo. En fin, son esos políticos de la “vieja guardia” que todavía, como Ramos Allup, disfrutan creyendo que son los “enfants terribles” de la vieja política, sin darse cuenta de que las grandes mayorías los rechazan tanto o  más que a Hugo, con quien, por cierto, pareciera que saben entenderse mejor que con Capriles.

Son esos mismos políticos acartonados, como planchados con almidón, que gustan de hablarle a la gente con su tono docto y engolado, porque creen que el tonito los coloca en una posición superior, sin entender nunca que la gente sencilla, común y silvestre no los entiende y que no gozan de su simpatía precisamente por esa distancia enorme que ellos mismos marcan. A algunos, en determinados momentos, hasta les ha dado por decir groserías y palabrotas, creyendo que de esa manera de “acercan a la masa” sin darse cuenta de cuan mal les queda la morisqueta.

Algunos de esos viejos políticos, hasta hace poco, trataban vanamente de jugar al maniqueísmo barato de la “izquierda” y la “derecha” y pontificaban (eso sí, doctamente) sobre la invencibilidad de la “maquinaria adeca” y de cómo la alternativa de “izquierda” se impondría fácilmente. Utilizaron todo tipo de argumentos infantiles para tratar de convencer (¿o de autoconvencerse?) de la bondad de “su” alternativa para la transición. Son de esos políticos de esa vieja política rechazada y fracasada, plagada de errores (¿alguien recuerda la “brillante idea” de abandonar las elecciones parlamentarias y entregar la Asamblea Nacional al chavismo?), que nunca han hecho un mea culpa, que jamás se han dado ni un golpecito de pecho ni mostrado el menor arrepentimiento, pero que creen firmemente que “el pueblo” va a dejar de votar por Chávez para reponerlos a ellos en sus antiguas prebendas, en su escandaloso ejercicio del poder que no sirvió sino para generar a Hugo.

No pocos de esos sectores hablan hoy a través de un muñeco de ventrílocuo, un personajillo oscuro y fatuo que pretende actuar como el gran Gurú mayamero de la política venezolana. Un personaje que siempre ha aportado poco pero ha tratado de disfrutar mucho y que permanentemente trata de cobrarnos sus dizque sufridas persecuciones por gobiernos del pasado. El que habla como si nunca hubiese roto un plato. Es más que obvio que detrás de todo el palabrerío vacío, no hay sino lo que ha sido su conducta constante: amenazar con el escándalo, pretender dañar con el uso del medio de comunicación social que usufructúa, para tratar de obtener prebendas, privilegios o posiciones mediante una negociación forzada.

La verdad es que tanto unos como otros, me convencen cada vez más de que el camino seguido por Henrique Capriles es el más correcto. Los votos de millones de venezolanos, emitidos el 12 de febrero, para ungirlo como candidato unitario, ponen en evidencia que en la oposición la gran mayoría quiere avanzar, sin mirar hacia atrás ni por un momento, hacia un país mejor, más democrático, más justo, más igualitario, mas incluyente, menos violento. Este “ruido” de Tirios y Troyanos, confirma lo correcto del deslinde que bien supo hacer Capriles, en su momento, cuando llamó a desprendernos de la “vieja política” para iniciar un camino renovado, joven, democrático, amplio. Ese deslinde sin cortapisa con una manera poco ética de entender el ejercicio político, fue, sin duda alguna, el momento cumbre de Henrique Capriles. Y ese deslinde no quedó en meras palabras, ni fue un ejercicio retórico, sino el convencimiento legítimo de estar interpretando el sentir de las grandes mayorías opositoras.

Por eso, si me fuera dado, yo solo le diría a Capriles que siga adelante sin prestar oídos a esos que solo quieren “meter casquillo” para entrar en una discusión inútil e innecesaria que solo llevaría a perder tiempo, a gastar pólvora en zamuros, en pesados (y pasados) gallinazos que todavía revolotean sin entender que pasó su tiempo. El discurso y el mensaje de la campaña electoral no puede ser otro, sino el que hasta ahora se ha llevado, casa por casa, por todo el país. Un mensaje de esperanza, de inclusión, de democracia, de compromiso con los sectores más desvalidos y sufridos. Un mensaje de compromiso absoluto con la justicia social, que garantice que nunca más habrá perseguidos políticos en nuestro país y que jamás volveremos a tener un gobierno que discrimine a los venezolanos por su pensamiento o que los divida en sectores irreconciliables.

Ante ese intento de chantaje y saboteo, lo que Henrique debe hacer es seguir adelante, sin prestar oído a los necios de siempre, sin que el palabrerío y el ruido le produzcan ni siquiera cosquillas.




martes, 15 de mayo de 2012

LA BOCA DE PASTOR



La verdad es que la realidad política de nuestro país es tan decepcionante, que había decidido morderme los labios (o en todo caso morderme los dedos con que pulso el teclado) y no hacer comentarios. Al final, la "competencia" con Hugo ha estupidizado tanto a algunos opositores, que parecen no darse cuenta de que al decidir "presentar batalla" no han logrado mas que revolcarse en el mismo lodo. 

Por otro lado, aún cuando me parece alentadora la figura de Henrique Capriles y de la renovación política que representa, no puedo dejar de mirar con desconfianza y desilusión a esa parte del "liderazgo" opositor que mira con un extraño brillo en los ojos en dirección al Gato Briceño. Perdidos en su particular mundo de egoismo y ansiosos solo por conservar una "cuota de poder", parecen olvidar que el Goberminino constituye uno de los capítulos mas negros de la historia política de nuestro Estado y dejan de lado también la enorme corrupción y las atrocidades sufridas por nuestro Estado durante esta administración dedicada a enriquecerse con los fondos públicos a ritmo de gimnasio, estiramiento de músculos y ensanchamiento de bíceps y pectorales.

Pero lo que en realidad me hace retomar el teclado, es el triunfo de Pastor Maldonado. En una sociedad normal, unida, democrática, tolerante y moderna, el triunfo de Pastor debería ser motivo de auténtica alegría para todos los ciudadanos. Después de todo, que nuestro himno nacional haya sonado por vez primera vez en una competencia de Fórmula 1, es un hecho inédito y novedoso merecedor de nuestra admiración. No es de extrañar, pues, que tanto desde el régimen, como desde la oposición, se hayan elevado comentarios elogiosos por este primer (y hasta ahora único) logro de Pastor. Vale también recordar, que este "aplauso aparente" desde todos los sectores, no ha sido gratuito y mas bien se ha destacado, desde una y otra trinchera, el enorme apoyo y respaldo financiero recibido por Maldonado desde nuestra principal industria nacional (PDVSA), esa PDVSA de todos que desembolsa casi 70 millones de dólares (casi 300 millónes de bolívares fuertes o 300 mil millones de aquellos "viejos bolívares").

Hasta ahí las cosas, nada parece quitarle brillo al triunfo de Pastor. Todo bien, todo chévere, todo magnífico. Por un momento pareció que Pastor, con su subida al podio, lograba lo que sin tanto aspaviento hizo la Vinotinto: ayudarnos a dar un paso en la unidad y reconciliación que tanto nos hacen falta. Y hasta yo, que nunca le he hecho caso a la Fórmula 1, porque me parece aburrido hasta el extremo eso de ver en la tv unos carros marchando a toda velocidad durante horas y horas, aparte de parecerme un deporte mucho mas "oligarca" que el tennis y el golf (bendito sea Jonathan Vegas, por cierto), ya casi empezaba a mirar con otros ojos la fulana Fórmula, cuando Pastor soltó la lengua, apretó los puños y afirmó que con ese triunfo "hemos callado algunas bocas".

Y ahí, me di cuenta de que Pastor no es sino otra decepción. Pensé entonces en todos los fracasos anteriores y la enorme suma de dinero "del pueblo" sacrificada para proporcionarle a Pastor esta pequeña victoria. Lo menos que esperaba, visto todo el cúmulo de derrotas, errores y descalabros acumulados antes de la subida al podio, era humildad, aunque fuera en una pequeña dosis. Pero no, Pastor prefirió marcar la diferencia, jugar a ese mismo juego macabro del blanco y negro que nos separa y enfrenta desde hace mas de una década. Para Pastor, el triunfo no fue mas que "su" oportunidad de callar algunas bocas.

Y me sentí algo así como el padre que durante años ha financiado a un hijo tarambana, que fracasa y fracasa en los estudios y repite y repite años sin avanzar ni mucho menos lograr obtener un título, pero que un día logra, después de largos años, sacar un 20 en un exámen parcial y aprovecha entonces para decir que con ese 20 "le calla la boca a algunos" de los de la familia que criticaban con justeza las largas sumas invertidas y los escasos resultados obtenidos.

¿Sabes que Pastor? Nojiles. Un silencio hubiese sido mucho mejor que esa frase tan infeliz.