martes, 15 de mayo de 2012

LA BOCA DE PASTOR



La verdad es que la realidad política de nuestro país es tan decepcionante, que había decidido morderme los labios (o en todo caso morderme los dedos con que pulso el teclado) y no hacer comentarios. Al final, la "competencia" con Hugo ha estupidizado tanto a algunos opositores, que parecen no darse cuenta de que al decidir "presentar batalla" no han logrado mas que revolcarse en el mismo lodo. 

Por otro lado, aún cuando me parece alentadora la figura de Henrique Capriles y de la renovación política que representa, no puedo dejar de mirar con desconfianza y desilusión a esa parte del "liderazgo" opositor que mira con un extraño brillo en los ojos en dirección al Gato Briceño. Perdidos en su particular mundo de egoismo y ansiosos solo por conservar una "cuota de poder", parecen olvidar que el Goberminino constituye uno de los capítulos mas negros de la historia política de nuestro Estado y dejan de lado también la enorme corrupción y las atrocidades sufridas por nuestro Estado durante esta administración dedicada a enriquecerse con los fondos públicos a ritmo de gimnasio, estiramiento de músculos y ensanchamiento de bíceps y pectorales.

Pero lo que en realidad me hace retomar el teclado, es el triunfo de Pastor Maldonado. En una sociedad normal, unida, democrática, tolerante y moderna, el triunfo de Pastor debería ser motivo de auténtica alegría para todos los ciudadanos. Después de todo, que nuestro himno nacional haya sonado por vez primera vez en una competencia de Fórmula 1, es un hecho inédito y novedoso merecedor de nuestra admiración. No es de extrañar, pues, que tanto desde el régimen, como desde la oposición, se hayan elevado comentarios elogiosos por este primer (y hasta ahora único) logro de Pastor. Vale también recordar, que este "aplauso aparente" desde todos los sectores, no ha sido gratuito y mas bien se ha destacado, desde una y otra trinchera, el enorme apoyo y respaldo financiero recibido por Maldonado desde nuestra principal industria nacional (PDVSA), esa PDVSA de todos que desembolsa casi 70 millones de dólares (casi 300 millónes de bolívares fuertes o 300 mil millones de aquellos "viejos bolívares").

Hasta ahí las cosas, nada parece quitarle brillo al triunfo de Pastor. Todo bien, todo chévere, todo magnífico. Por un momento pareció que Pastor, con su subida al podio, lograba lo que sin tanto aspaviento hizo la Vinotinto: ayudarnos a dar un paso en la unidad y reconciliación que tanto nos hacen falta. Y hasta yo, que nunca le he hecho caso a la Fórmula 1, porque me parece aburrido hasta el extremo eso de ver en la tv unos carros marchando a toda velocidad durante horas y horas, aparte de parecerme un deporte mucho mas "oligarca" que el tennis y el golf (bendito sea Jonathan Vegas, por cierto), ya casi empezaba a mirar con otros ojos la fulana Fórmula, cuando Pastor soltó la lengua, apretó los puños y afirmó que con ese triunfo "hemos callado algunas bocas".

Y ahí, me di cuenta de que Pastor no es sino otra decepción. Pensé entonces en todos los fracasos anteriores y la enorme suma de dinero "del pueblo" sacrificada para proporcionarle a Pastor esta pequeña victoria. Lo menos que esperaba, visto todo el cúmulo de derrotas, errores y descalabros acumulados antes de la subida al podio, era humildad, aunque fuera en una pequeña dosis. Pero no, Pastor prefirió marcar la diferencia, jugar a ese mismo juego macabro del blanco y negro que nos separa y enfrenta desde hace mas de una década. Para Pastor, el triunfo no fue mas que "su" oportunidad de callar algunas bocas.

Y me sentí algo así como el padre que durante años ha financiado a un hijo tarambana, que fracasa y fracasa en los estudios y repite y repite años sin avanzar ni mucho menos lograr obtener un título, pero que un día logra, después de largos años, sacar un 20 en un exámen parcial y aprovecha entonces para decir que con ese 20 "le calla la boca a algunos" de los de la familia que criticaban con justeza las largas sumas invertidas y los escasos resultados obtenidos.

¿Sabes que Pastor? Nojiles. Un silencio hubiese sido mucho mejor que esa frase tan infeliz.


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