miércoles, 1 de septiembre de 2010

LA LECCION POR APRENDER

Hay momentos en que escribir sobre ciertas circunstancias resulta una tarea abrumadora.

La muerte de Franklin Brito me coloca en una de esas situaciones en que uno lamenta tener que escribir sobre el fallecimiento de un ser humano, pero además me ha hecho entender plenamente que hay circunstancias en que uno no puede dejar de escribir, de expresarse, de expresar la honda indignación que me sacude, ante una muerte tan inmerecida y tan injusta, porque abstenerse de expresarla equivaldría al silencio cómplice que merece igual condena que la acción criminal.

El fallecimiento de Franklin Brito constituye un hecho de profundas implicaciones morales y éticas para la sociedad venezolana, más allá de la relevancia política que pueda cobrar en los actuales momentos. Es una muerte que desnuda profundamente a nuestra Venezuela actual y que pone en evidencia la magnitud de la enfermedad social que padecemos y de la cual el gobierno de Hugo Chávez no es más que otra expresión, como lo son también la inseguridad personal, el enorme índice de violencia que nos coloca en los primeros puestos del ranking perverso de la violencia mundial, la impunidad desenfrenada, la crisis económica, el odio social soterrado, la falta de solidaridad, la ausencia de reconocimiento mutuo. En fin, que Hugo, su Gobierno y sus acólitos son más efecto, que causa, meras consecuencias indeseadas de una patología social que debemos enfrentar y superar para retomar la vida normal de una sociedad moderna. Si pudiéramos hablar en términos médicos, me atrevería a decir que Hugo y el chavismo son como la tos y la fiebre, síntomas, que no causas, de una enfermedad cuyo diagnóstico y tratamiento debemos encarar pronto y acertadamente.

Muchos, como yo, van a exponer su justo reclamo en relación con la actuación del gobierno y expresarán los más detallados criterios en relación con el caso de Brito y con la increíble inhumanidad puesta en evidencia por los más conspicuos personajes del Régimen. Desde las más variadas tribunas de expresión, articulistas de enormes méritos desplegarán todas sus mejores herramientas para hacer entender a los ciudadanos la enorme iniquidad que representa el homicidio por omisión ejecutado por las autoridades que dirigen actualmente el Estado Venezolano.

Pero hoy no quiero referirme solamente a esa dimensión, que tendremos la oportunidad de conocer ampliamente, a través de la opinión especializada, que ya está comenzando a expresarse vivamente en los diferentes medios de comunicación del país.

Quiero referirme a la otra lección que nos deja Franklin Brito, cuyo aprendizaje va más allá de entender quienes son los responsables de su lamentable fallecimiento.

Esa lección consiste en entender, primero que nada, que el sacrificio de Franklin Brito trasciende lo banal y cotidiano de un reclamo por unas tierras o que se trató simplemente de un pequeño reclamo patrimonial, transformado en bandera política por un sector opositor que quiso parapetarse detrás de la figura utilizable de un pequeño productor que se dejó manipular, para dispararle a Hugo. Eso es lo que quiere hacer ver el Gobierno, eso es lo que desea Hugo que creamos, ese es el deseo enmascarado detrás de las declaraciones de altos dirigentes de esa cosa que nos gobierna.

La protesta y sacrificio de Franklin Brito constituye un hecho trascendente para la sociedad venezolana, porque se proponía nada más y nada menos que demostrar en carne propia y con sacrificio individual que hay valores, convicciones y derechos por los que vale la pena hacer el sacrificio más caro.

Franklin Brito, con su actuación, su sacrificio y su martirio (que es válido nombrarlo así), con su valiente posición de mantener su protesta y sus principios hasta las últimas consecuencias, no hizo otra cosa que apelar a los valores, a los principios, a la solidaridad y al apoyo de los demás componentes de la sociedad en que vivía.

En pocas palabras, Franklin Brito hizo lo que hizo y se mantuvo fuerte y sólido en su postura y su reclamo hasta el final y consciente del trance vital que enfrentaba, porque confiaba en que con su conducta lograría la atención, el apoyo y el sostén de los demás ciudadanos. Y lo hizo además, confiando en que la justeza de su reclamo sería entendida y compartida por la sociedad, porque en definitiva el beneficiario último de su protesta y sacrificio no era otra que ella.

Por eso, la lección última del señor Brito, la que debemos agradecerle siempre, la que yo en lo particular le agradezco infinitamente, es la de habernos comprometido a entender su sacrificio, a comprender que fue hecho por nosotros y no solo por defender un pedazo de tierra o una porción mayor o menor de su patrimonio, sino para defender las más profundas convicciones sobre las cuales se ha construido, a lo largo de su historia, nuestra república.

Esas convicciones están expresadas en los principios fundamentales que animaron la fundación de Venezuela, expresados en la constitución del 5 de julio de 1811, y no son otros que: la garantía del respeto a la propiedad, que es reconocer el derecho de todo ciudadano a mantener y conservar aquello que ha adquirido con su esfuerzo y su trabajo honrado; la separación de poderes, como reducto fundamental de la libertad y eficaz protección del ciudadano contra la tiranía y el autoritarismo; la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y el respeto a los derechos individuales del ciudadano, entre los cuales se encuentra el derecho fundamental a obtener justicia y protección efectiva del Estado.

No podemos dejar que Franklin Brito muera dos veces, dejándolo caer en el olvido o quedándonos indiferentes ante su martirio. Ojalá sepamos asumir el compromiso que adquirimos como ciudadanos ante su enorme sacrificio y que éste no caiga en saco roto ni se pierda en los vericuetos de la indiferencia, del resentimiento, del odio, la intriga y la ambición. 

1 comentario:

  1. Un amigo escribió que Franklin Brito es un heroe! Pero pienso que es mas que eso, me recordó la muerte de Socrates que también murió por defender sus ideas y aunque pudo salvarse de la cicuta, decidió morir! Estos hombres son la personificación de la virtud! Que en paz descanse y que como Socrates, nunca sea olvidado!

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