viernes, 26 de abril de 2013

MEDIO SIGLO


Hoy el calendario me trae ineludiblemente a una cita en la cual me toca hacer a la vez el papel de invitado y anfitrión. Sin la posibilidad de negarme, llego a este compromiso de la mano de Cronos, ese irreductible dios griego que nos impone su voluntad.

Confieso que estas cinco décadas me han servido para ir dejando atrás muchos de los temores que sentía en relación con la edad. Al final, he aprendido que alcanzar estos hitos nos brinda la oportunidad de poner nuestra vida en perspectiva y de entender que nada reemplaza a la experiencia que vamos acumulando como fuente insustituible de aprendizaje y educación. 

Vivir cinco décadas me enfrenta a asumir la realidad, un poco inquietante, de haber superado mucho más de la mitad de mi vida, de comprender que cada vez me acerco a la puerta de salida y que cuando miro hacia atrás puedo observar un camino mucho más largo que el que tengo hacia el frente y que me conduce a mi puerto de llegada, a mi Itaca.

Pero también vivir cinco décadas me ha servido para comprender que hay valores sin los cuales la vida no vale la pena, en cuya ausencia deja de ser vida y se transforma en simple pasar, en sencillo transcurrir. Y hoy comprendo, con absoluta convicción, que uno de esos valores, el más fundamental, el más valioso, es la libertad y que ella no consiste en la mera ausencia de restricciones físicas, sino también en la superación de las restricciones intelectuales, espirituales. Cinco décadas me han enseñado a convencerme de que la verdadera libertad la obtenemos cuando liberamos nuestra mente de la ignorancia, del fanatismo y de la superstición, que no son más que las más acabadas expresiones de la peor esclavitud. Y de hombres como Mandela y Ghandi, aprendí que hay momentos en que pueden poner cadenas a nuestro cuerpo o encerrarnos en un pequeño espacio, pero que aún en esa circunstancia podemos seguir siendo libres. 

Y estas cinco décadas me han servido para comprender que la educación es el verdadero camino a la liberación y la libertad. Es esa convicción la que me anima a tratar de aprender algo cada día, a buscar en los libros y la lectura la manera de perfeccionar la libertad de mi espíritu, aún estando consciente de que siempre habrá más dudas que certezas, más preguntas que respuestas.

También estas cinco décadas me han servido para ayudarme a develar el más grande secreto de la vida: que solo encontramos su sentido cuando entendemos el valor real del amor. Y no me refiero a ese amor lúdico, sensual y sensorial que coloreado de brillantes luces nos retrata Hollywood, sino del amor verdadero, del real, de ese que encontramos en la mirada serena de la mujer que nos ama durante muchos años, del amor que brilla refulgente en la risa alegre de nuestros hijos, del amor que se desborda en el abrazo estrecho de nuestros padres o en el compartir con nuestros hermanos y del amor que nos rodea por todas partes y que se hace realidad en nuestros vecinos, en los seres humanos que nos rodean y a los cuales el Maestro Jesús se refería con tanto acierto con el término cercano de prójimos.

Y ha sido en estas cinco décadas en las que he podido aproximarme a entender que la felicidad existe, pero no se llega a ella por caminos fáciles y bien pavimentados, sino que ella solo se nos rinde después de múltiples fatigas, de buscarla afanosamente atravesando caminos llenos de peligros y tentaciones, bordeando oscuros y hondos precipicios.

Hoy, que transcurren estas cinco décadas que me hacen mirar en retrospectiva y poner en la balanza el resultado de mis acciones, no puedo dejar de reconocer que lo que soy hoy resultó profunda e irreversiblemente marcado por el más maravilloso de mis cumpleaños. Quizás todos tenemos un cumpleaños que resultó el más especial de nuestras vidas. En mi caso, hace 38 años viví el que para mí fue, sin duda alguna, el más maravilloso.

Cuando cumplí mi primera docena de años, mi padre y mi madre me obsequiaron el que aún hoy considero el más maravilloso y mágico de los obsequios de cumpleaños que he recibido: una enorme caja llena de libros que poco a poco, con verdadero placer, fui leyendo a lo largo de varios años. En esa caja mágica fui encontrando recopilaciones de cuentos, leyendas e historias del antiguo Egipto, de la antigua Persia, de Babilonia. Encontré en la caja mágica biografías de héroes como Alejandro Magno, de exploradores famosos, de científicos a cuyos descubrimientos y esfuerzos debemos nuestro tiempo de modernidad y confort. Había en la caja mágica, una colección completa de las obras de Julio Verne que leí con avidez, disfrutando enormemente de la visión adelantada de ese genio francés que supo entender que en el destino de la humanidad estaban igualmente atados la llegada a la luna, a las profundidades del océano, a las fuentes del Nilo y al centro de la tierra. En la caja mágica encontré la entrada a la cabaña del Tío Tom y con ella aprendí a repudiar para siempre a la esclavitud y a la injusticia. En la caja mágica encontré la delicada historia de Mujercitas y disfruté, de la misma autora aunque quizás menos conocida, la historia de Hombrecitos y del valor inmenso de la educación y el consiguiente respeto que debemos a aquellos que dedican su vida a esa hermosa tarea de formar, partiendo del niño, a los hombres buenos.

No faltaban en la caja mágica Tom Sawyer y Huckleberry Finn, esos inquietos y maravillosos personajes de Twain cuyas aventuras me emocionaron y marcaron profundamente. También en la caja mágica me conseguí con Sandokan, con Yanez y con todos esos héroes de Salgari, que me enseñaron que ser héroe verdadero no tiene tanto que ver con la valentía, la audacia o la aptitud física, sino fundamentalmente con la persistencia y la perseverancia aún en las dificultades más enormes.

Encontré en la caja mágica, los libros de Andrés Eloy, a quien desde entonces hice mi poeta favorito y de cuyas palabras aprendí que de nada sirve liberarnos de los grillos y cadenas de la mente si no asumimos el compromiso de convertirnos en liberadores para otros, que no tiene objeto alguno llenarnos de luz si no comprendemos que es mejor ir alumbrando a otros y que es preferible vivir brutos pero amados del mundo antes que ser sabios solitarios. Y en la caja mágica encontré, como verdadera joya, un pequeño libro de poemas de Whitman, a quien todavía leo cada vez que puedo, porque en él aprendí a comprender el valor inmenso de las cosas pequeñas y sencillas. 

En fin, para no hacer excesivamente largo el cuento, ahí en la caja mágica encontré libros de Tolstoy, Dostoievsky y Chéjov a través de los cuales conocí las múltiples caras de Rusia; de Victor Hugo, Dumas y Flaubert, que me permitieron vivir lo mejor de Francia; de Sir Walter Scott y Conan Doyle que me transportaron a la Inglaterra de sus épocas; a Cervantes y su Quijote, que me ayudaron a manterme hasta hoy plenamente orgulloso de mi raiz española; a García Marquez, Asturias, Borges, Vargas Llosa, Cortázar, Neruda, Mistral, Sarmiento y muchos otros que me ayudaron a comprender a la América donde nací; de Gallegos, Uslar Pietri y Otero Silva que me llevaron a tratar de entender mejor a mi Venezuela y de una sucesión infinita de autores que no menciono no porque no signifiquen nada, sino solo para no agotar la paciencia de quienes me leen. Y como detalles que no escaparon a mi atención, encontré en la caja mágica dos libros que quizás parezcan fuera de contexto: un manual para jugar al fútbol, deporte del cual desde entonces y para siempre he sido siempre aficionado, y un pequeño manual de ajedrez, con los cuales entendí el mensaje expresado en aquel refrán griego relativo a la importancia de mantener una mente sana en un cuerpo sano.

Y esa caja mágica ha sido mi regalo más maravilloso, más extraordinario, más especial, porque en su cuidada selección, supe entender que mi padre y mi madre colocaron no solo todo su amor, sino su deseo de que ahí yo, que era solo un niño, encontrara al hombre que debía ser, al que ellos esperaban y con el que deseaban hacer su aporte para un mundo mejor.

Y hoy estoy aquí, 38 años después y con cinco décadas de vida, esperando no haber decepcionado a Meña y José, mis amados padres, a quienes no puedo agradecer suficientemente por todos los maravillosos obsequios que recibí de ellos, por su caja mágica, por el mágico regalo de la vida, por el mágico regalo de su inmenso amor.


sábado, 13 de abril de 2013

PREPARADOS

Escribo a menos de 24 horas para que los venezolanos, una vez más, acudamos a las urnas electorales a manifestar nuestra voluntad en relación con el país que queremos, con la visión con la que comulgamos, con la visión que nos anima. 

En esta oportunidad, acudimos a votar en una ocasión realmente histórica, sin precedente alguno en la historia patria. El fallecimiento del Jefe de Estado, ha dado origen a este proceso electoral signado de manera particular por la brevedad. 

No tengo que decir que, también por otra vez, acudimos a un proceso electoral signado por el severo desequilibrio entre los contendores: no es un secreto, sino una realidad ampliamente conocida, el hecho de que el gobierno acude a cada proceso electoral haciendo uso ilegítimo no solo del sistema de medios públicos (que hoy supera largamente a los medios privados, muchos de ellos autocensurados o sencillamente plegados a una estrategia de sobrevivencia) sino también de los recursos y bienes del Estado en su campaña electoral. Sobran evidencias reales sobre la utilización de vehículos de organismos y empresas del Estado para la realización de actividades de propaganda y movilización de activistas del oficialismo. Son múltiples las denuncias sobre la utilización de otros bienes y recursos públicos para actividades proselitistas. 

En este proceso electoral en específico, además, cabe destacar el hecho de que el Ministro de la Defensa, a quien corresponde la custodia y la garantía de mantener el orden y la tranquilidad pública durante la realización de las elecciones a través del Plan República, declara públicamente su adhesión a uno de los proyectos políticos que contienden, llegando a afirmar que tal adhesión no es solo a título personal, sino que es la propia Fuerza Armada Nacional Bolivariana la que se ha trazado el objetivo de “hacer cumplir” la última voluntad expresada por el fallecido presidente Chávez y en consecuencia se propone hacer realidad su deseo de que Nicolás Maduro sea electo Presidente de la República. Tal hecho, en mi modo de ver, ensombrece y establece un válido cuestionamiento sobre la legitimidad del proceso electoral venezolano y además constituye un grave precedente, igualmente inédito en nuestra historia democrática. Ni siquiera en la dictadura perezjimenista, un Ministro de la Defensa se atrevió a formular una declaración de tan grave envergadura. Me atrevo a decir que esa declaración del Ministro, por si sola, constituye motivo suficiente para dudar y cuestionar seriamente todo el proceso electoral. 

El gravísimo desequilibrio del proceso, por otra parte, no es sino el resultado lógico del gravísimo desbalance institucional, que se exalta y se pone de manifiesto en esta ocasión. Desequilibrio que se trasluce además en la actuación interesada e innegablemente parcializada del propio Consejo Nacional Electoral, reflejada no solo en su composición (4 Rectores de conocida y reconocida adhesión al proyecto político de Hugo Chávez y solo 1 de actuación independiente y comedida a quien se ha querido presentar ante la opinión pública como cercano seguidor de la oposición) sino mucho más gravemente en sus actos. Se trata de un organismo electoral que viola su propio ordenamiento para reubicar al candidato oficialista de su centro de votación original en el Estado Carabobo a otro centro electoral capitalino. Se trata de un organismo electoral que pretende exigir a los contendientes, sin que ello constituya requisito legal válido, la suscripción de declaraciones de aceptación anticipada de resultados, sin que se produzca aún el proceso electoral y desconociendo el legítimo derecho de los participantes a hacer uso de un derecho de impugnación reconocido por el propio ordenamiento legal. Más grave aún, trata de exigir dicha suscripción de tal acuerdo de reconocimiento anticipado (que no deja de sonar a una exigencia de renuncia a los mecanismos legales de impugnación), a solicitud de una de las toldas políticas participantes en el proceso. 

Cabe igualmente destacar que en la actuación del CNE, sobresale particularmente la lenta tramitación de denuncias formuladas por la oposición, que proceso tras proceso son dejadas sin resolver, la falta de atención al uso desmedido y desmesurado de las cadenas informativas y actos del gobierno para la realización de actos de proselitismo y propaganda política. En fin, se trata de una larga serie de actos que denotan una grave inclinación a favorecer y fortalecer a una de las partes que intervienen en el proceso electoral y que ya hoy traspasa las fronteras patrias, siendo fuertemente criticadas por políticos, parlamentarios y representantes extranjeros que han comenzado a elevar su voz para denunciar el grave desbalance existente en el proceso electoral venezolano. 

Por ello, no dudo en afirmar que los venezolanos acudimos mañana a expresar nuestra voluntad política, en medio de un proceso cuya legitimidad genera de manera cierta, dudas graves. No es posible sostener con seriedad que el proceso electoral venezolano sea totalmente democrático, libre y equilibrado. Por eso, los venezolanos tenemos que estar preparados para acudir a votar conscientes de tal realidad. Preparados para hacer lo único que podemos hacer: acudir de manera masiva, entusiasta, paciente y perseverante, a ejercer el voto y a colaborar para que la voluntad expresada en la votación se mantenga y reconozca debidamente. 

Quienes hemos hecho oposición (en mi caso desde el inicio, allá por el año 1999) a quienes hoy dirigen el Estado venezolano, debemos estar además preparados para los únicos dos escenarios posibles a partir de mañana. 

El primero de tales escenarios es, siendo optimistas, el de la victoria de Henrique Capriles. En tal caso, tenemos que estar preparados no solo para lograr el reconocimiento y respeto de un resultado favorable, sino también para efectuar nuestro aporte en la construcción de una Venezuela que no solo supere la expresión de separación, exclusión, odio y resentimiento a que nos hemos visto sometidos durante estos años. 

Debemos poner nuestro esfuerzo, conciencia, entusiasmo y amor para construir un modelo de Estado y de gobierno que no solo haga posible la superación de esa realidad negativa, sino que además sirva para sentar las bases sólidas y firmes de una sociedad donde esa realidad no pueda repetirse nunca más. 

Por ello, tenemos que estar preparados a construir un verdadero clima inclusivo, en el cual no haya persecución, exclusión o se le niegue ninguno de sus derechos a ningún venezolano. Tenemos que estar preparados para tender la mano a todos y a hacer realidad un país en donde todos los derechos sean para todos los ciudadanos. 

Ello no excluye la necesidad obvia de hacer justicia, sobre todo con aquellos que, persiguiendo intereses bastardos y mezquinos, han utilizado los recursos del Estado venezolano para enriquecerse o para permitir el enriquecimiento indebido e ilegítimo de otras personas. Tenemos que estar preparados para exigir que aquellos que han cometido delitos contra el patrimonio público sean efectivamente castigados. Y para ello, tenemos que entender que debemos esforzarnos por lograr que esos actos sean claramente inspirados por el deseo de hacer efectiva la justicia y no estén manchados por deseos impropios de venganza o revanchismo. 

Tenemos que estar preparados para combatir con efectividad y eficiencia la causa principal de nuestra realidad actual, que no es otra que la situación de pobreza, marginalidad, exclusión y abandono en que se encuentra una gran parte de nuestra población. Para ello, tenemos que esforzarnos por construir una sociedad próspera, igualitaria y progresista, capaz de generar la suficiente riqueza y de contribuir en hacer efectiva la justa distribución de la misma para atender las necesidades de todos. 

La educación debe constituir uno de los ejes principales sobre los cuales encuentre asiento esa prosperidad. Una educación que no solo sirva para preparar para el trabajo y para fines individuales, sino una educación basada en verdaderos valores democráticos y de justicia. Una educación que contribuya a formar ciudadanos conscientes de que su prosperidad y desarrollo, no es mera meta individual y mezquina, sino que encuentra perspectiva y sentido en la realización colectiva. Un ciudadano que comprenda su valor individual, pero que entienda que su destino se encuentra definitivamente ligado al de sus vecinos y conciudadanos. 

Debemos estar preparados para construir un país más justo, con menos desequilibrios sociales, con un sistema de seguridad social que proteja realmente a los ciudadanos de las eventualidades graves que constituyen el desempleo y la enfermedad; con un sistema de salud pública que garantice la atención y la protección de la salud y en el cual el ciudadano encuentre respeto a su dignidad y a su condición humana. 

Debemos estar preparados para rechazar cualquier intento de revivir planes o políticas económicas neo-liberales, inefectivas e injustas por pretender colocar sobre los hombros de los más desfavorecidos cargas cuyo peso deberían colocarse sobre aquellos que han resultado más favorecidos por la vida. 

Debemos estar preparados para pedirle a quienes gobiernen, que sustituyan la dádiva, el clientelismo y el populismo facilistas, por la responsabilidad y la productividad. Es necesario estar preparados para exigir que se emprenda un amplio programa de ejecución de obras públicas de urgente necesidad: escuelas, liceos, hospitales, infraestructura vial, infraestructura eléctrica, servicios públicos, etc., que no solo servirán para dinamizar nuestra economía, sino también para generar empleo y equilibrar los ingresos familiares. 

Debemos estar preparados para exigir con fortaleza y seriedad, la implementación de políticas efectivas de prevención del delito y de fortalecimiento, modernización y reforma eficiente de nuestros cuerpos policiales y del aparato de justicia, para darnos un país más seguro en el que no tengamos que temer por nuestra integridad física o la de nuestros familiares por la acción de la delincuencia. 

Como decía arriba, solo hay dos escenarios posibles en la contienda electoral que llegará a su culminación definitiva el día de mañana. 

El segundo escenario posible es el de que suframos una nueva derrota. Para ese escenario, también debemos estar preparados y fortalecidos. Siempre he pensado, sinceramente, que no merece ganar aquel que no está preparado para perder. 

Debemos estar preparados para que, de presentarse ese escenario negativo, no nos dispersemos ni nos entreguemos una vez más a eso que ya vivimos el 7 de octubre y que nos perjudicó gravemente en las elecciones regionales de Diciembre. Debemos estar preparados para enfrentar una posible derrota con entereza y con la convicción íntima de la necesidad de perseverar en la conservación de los logros que hemos conquistado últimamente y que vale la pena resaltar. 

Debemos estar preparados, en la eventualidad de otra derrota, para buscar y entender, con serenidad y autocrítica constructiva, las causas verdaderas de la misma y en consecuencia, adoptar las correcciones y estrategias necesarias para conseguir la ansiada victoria. Debemos reflexionar seria y profundamente sobre la necesidad de comprender que nuestra responsabilidad ciudadana no se agota en el mero acto electoral, ni se limita a solo votar o colaborar en la defensa del voto. El sistema democrático encuentra su fundamento y sostén estructural en la existencia de partidos políticos fuertes, dinámicos y multitudinarios. Debemos hacer una revisión de nuestra actitud en cuanto a la política y los partidos y convencernos de que en la medida en que los refortalezcamos, los renovemos, los conectemos con todos los sectores de la sociedad, en fin, en la medida en que los refundemos y reorganicemos, estaremos colocando ladrillos fundamentales para la construcción del mejor país que deseamos. Rescatar la condición de ciudadano comprometido y activo en la vida política del país es una acción vital a la que debemos consagrarnos para rescatar la institucionalidad y el tejido democrático de nuestra sociedad. La antipolítica, la falta de compromiso, la negativa a militar activamente, el desapego y desatención a la actividad política, el creer que la misma no afecta nuestra esfera particular e íntima, han sido los antivalores y errores sobre los cuales se ha construido esta realidad de los últimos 14 años.

Debemos estar preparados para comunicar nuestra propuesta de país y de sociedad a los sectores más pobres y más desfavorecidos, esos en los cuales el proyecto oficialista ha encontrado su fortaleza y apoyo electoral más ferviente. Tenemos que redoblar, triplicar y multiplicar los esfuerzos por lograr que la alternativa que representamos sea entendida, adoptada y querida por ellos y reconocida como verdadero compromiso con el proceso de cambios profundos que constituye su aspiración más legítima. 

Me anima la convicción total de que hemos avanzado un enorme trecho. 

Hoy, como nunca, somos una verdadera oposición democrática, con una posibilidad real de conquistar el proceso electoral y estoy convencido de que Henrique Capriles obtendrá una votación mucho más alta que la conseguida el 7 de Octubre. Y todo esto ha sido posible, en medio de la campaña electoral más corta en la historia republicana, que arrancó en medio del pesimismo opositor y con todos los obstáculos y desequilibrios que ya he mencionado antes. 

No poca cosa se ha logrado. 

Debemos recordar que hace menos de un mes, el candidato oficialista partía como gran favorito y que en apenas pocos días, nuestro candidato ha logrado despertar el entusiasmo, reunificar a la oposición, compactarla y fortalecerla al punto de que no es irreal ni imposible el que mañana tengamos un resultado favorable. 

El propio ejemplo de Capriles debe servir para ilustrar lo que afirmo. El candidato de la oposición democrática sufrió una dolorosa derrota el 7-O, derrota que debió superar rápidamente para enfrentar la amenaza antidemocrática que representaban las aspiraciones de Elías Jaua en Miranda. Y Henrique no solo superó rápidamente el guayabo, sino que en una actividad frenética y titánica logró conservar el espacio democrático que constituye su gobierno en Miranda. 

Mal retribuiríamos el esfuerzo, el entusiasmo y la disposición de sacrificio personal que ha hecho Henrique Capriles, si nos dejáramos vencer por el desánimo en caso de salir derrotados mañana. Pobres ciudadanos resultaríamos si nos dejáramos conquistar nuevamente por el desaliento, la decepción y la depresión. Tratemos de mantener en nuestra mente que si hubiésemos hecho un esfuerzo, mantenido la calma y conservado la votación, el resultado en las regionales de diciembre hubiese sido muy diferente. 

Aún cuando en cada proceso electoral no faltan quienes con voces agoreras adviertan que “esta es la última oportunidad”, la verdad real es que el mundo no llega a su término, que Venezuela, nuestra amada Venezuela, no se acaba el 14 de Abril y que por ello no debemos nunca renunciar a nuestro sueño de un país que no solo es deseable, sino que es posible en la medida en que sus mejores hijos mantengan la fortaleza y la presencia de ánimos suficientes para perseverar en la construcción de un mejor destino. 

Yo me siento preparado para cualquiera de los dos escenarios que pueden producirse a partir de mañana. ¿Estamos todos preparados?


martes, 8 de enero de 2013

CONSIDERACIONES JURIDICAS SOBRE LA INASISTENCIA DEL PRESIDENTE ELECTO AL ACTO DE JURAMENTACION.


Interpretar normas jurídicas, interpretar la ley, no es una labor sencilla, ni fácil. Interpretar la ley es ponerla en práctica, hacerla efectiva, transformarla de simples letras plasmadas en papel en una realidad. 

La labor interpretativa y los criterios utilizados para interpretar la ley han ido variando y evolucionando con los tiempos. En la noción clásica, fuertemente inspirada por el positivismo, la labor interpretativa del derecho se basaba, fundamentalmente, en la estructura silogística que todos los estudiantes de derecho hemos aprendido durante nuestro pasar por la Universidad. En esa etapa del pensamiento jurídico, se pensaba que la labor interpretativa, a cargo de los jueces, debía ser ejercida dentro de una verdadera de camisa de fuerza compuesta por una estructura lógica que obligaba al juez a actuar como un verdadero autómata: comprobada la realización fáctica del supuesto de hecho normativo, el juez debía simplemente atribuir la consecuencia jurídica dispuesta. 

Esa concepción ha sido hoy ampliamente superada, normativa y doctrinariamente, en casi todo el mundo. Frente a sistemas de interpretación normativa restringidos, basados en la interpretación literal y en la estructura silogística, la evolución del Derecho nos ha llevado a un sistema de interpretación progresiva. 

¿Qué quiere decir esto de interpretación progresiva? Pues que sencillamente el juzgador debe realizar una interpretación “razonable” y “prudente” de la norma jurídica, en cuya interpretación no solo debe tomar en cuenta el sentido gramatical de la norma, sino que además debe atender a la íntima conexión entre el derecho, la filosofía jurídica y la sociología jurídica, es decir, la conexión fundamental entre Derecho y Sociedad. Vista así, la interpretación progresiva no es una interpretación arbitraria, sino, por el contrario, una interpretación dirigida a mantener la constante adaptación de la norma jurídica a la realidad social existente en un determinado momento en un grupo humano. 

En el caso de la interpretación de normas constitucionales, esta interpretación progresiva se muestra aún más necesaria. Una norma constitucional es per se una “norma concentrada”, es decir, una norma que contiene en sí misma una altísima concentración de principios normativos. Por otra parte, más que normas individualizadas, las normas constitucionales constituyen un verdadero “sistema” interrelacionado y enlazado de tal forma que la interpretación de las normas siempre debe atender, más que a la interpretación propia de un artículo o grupo de artículos, a su armonización total con ese “sistema” de principios y valores que anima todo el texto. 

Se trata pues de “humanizar” el texto constitucional, de interpretarlo tomando incluso en cuenta la dimensión política, así como las necesidades y exigencias sociales, éticas y políticas de la sociedad cuya estructura se busca regular. Se trata pues, de hacer efectivo al Derecho como verdadero elemento de transformación social, como verdadero “motor de cambios sociales”. 

No pretendo cansar a mis lectores, muchos de los cuales no son ni estudiantes de derecho ni profesionales del área, con una larga perorata, sino más bien compartir una reflexión sobre la real complejidad que acarrea la tarea de interpretación del derecho en una sociedad moderna, en la cual ha sido superada la vieja idea del derecho como una “superestructura” para convertir a la legislación en un verdadero instrumento capaz de servir para “revolucionar” pacíficamente una sociedad y para fomentar prácticas y conductas sociales. Se trata de invitar a comprender que la interpretación de una Constitución equivale a acompasar el texto constitucional a las necesidades y exigencias sociales cambiantes relevantes en la experiencia jurídica. 

En tal sentido, la experiencia del Derecho Comparado nos permite citar ejemplos como el de España, en cuyo país el artículo 3º del Código Civil llega a establecer, en su aparte primero, que “las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos, y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquellas”

Por otra parte, es ya un principio general aceptado por toda la doctrina jurídica, el que el silencio normativo no constituye en modo alguno un obstáculo para la labor interpretativa. En efecto, el juez se encuentra sometido a una verdadera obligación de impartir justicia y esa obligación no se ve en modo alguno atenuada por la oscuridad o silencio del texto legal. Aún cuando la ley guarde silencio, el juez intérprete está obligado a hacer labor interpretativa. 

En nuestra actualidad, esta obligación de interpretar aún ante el silencio de la norma, cobra especial interés, toda vez que si bien la norma constitucional reguló de manera específica el supuesto de “Ausencia Absoluta del Presidente Electo”, guardó silencio ante el supuesto de “Ausencia Temporal”, que si es regulado en el caso de tratarse de un Presidente en ejercicio. En mi modo de ver, constituye un criterio totalmente errado el pretender que tal silencio excluye la posibilidad de interpretación. "Los jueces tienen el deber de acabar con la indeterminación del derecho y, por tanto, ni la oscuridad, la insuficiencia o el silencio de los textos normativos puede aducirse para no dictar una resolución. Por consiguiente, es el propio ordenamiento el que ordena -en positivo- a los jueces que completen la obra del legislador cuando sea necesario" (Segura Ortega, Manuel. Lecciones de Teoría del Derecho. Madrid. Editorial Universitaria Ramón Areces. 2008. p. 221) 

También algunos, de manera errada, arguyen que es imposible realizar la interpretación en virtud de la aplicación del principio según el cual “donde no distingue la ley no debe distinguir el intérprete” (Ubi lex non distinguit nec nos distinguere debemus). Digo que tal criterio luce errado, toda vez que dicho principio atiende a un criterio de igualdad que impide restringir el ámbito de aplicación general de la ley y, en consecuencia, su extensión a la mayor cantidad de casos posibles para limitarla a solo unos casos determinados. Más aún, resulta obvio, al menos para mí, que el Constituyente si realizó una obvia distinción cuando formuló una regulación específica para el caso de la ausencia absoluta y temporal del Presidente en ejercicio, así como una regulación expresa para el caso de la ausencia absoluta de un Presidente (o Candidato) Electo. 

Hechas estas primeras precisiones, que espero sean de utilidad, paso a realizar un análisis específico de la situación que plantea la inasistencia del Presidente Electo a su juramentación, situación nunca antes vista en la historia jurídica venezolana y que obviamente constituye un hito inédito en el Derecho Constitucional venezolano. 

Debemos comenzar por afirmar que, para el debido análisis de la situación, es necesario efectuar una interpretación sistemática del texto constitucional. Muchos analistas han tratado de circunscribir el análisis de la situación planteada a una mera consideración exegética sobre el contenido de los artículos 231, 233 y 234 de la Constitución Nacional. Estos artículos expresan lo siguiente: 

"Artículo 231.  
El candidato elegido o candidata elegida tomará posesión del cargo de Presidente o Presidenta de la República el diez de enero del primer año de su período constitucional, mediante juramento ante la Asamblea Nacional. Si por cualquier motivo sobrevenido el Presidente o Presidenta de la República no pudiese tomar posesión ante la Asamblea Nacional, lo hará ante el Tribunal Supremo de Justicia". 

"Artículo 233.  
Serán faltas absolutas del Presidente o Presidenta de la República: su muerte, su renuncia, o su destitución decretada por sentencia del Tribunal Supremo de Justicia; su incapacidad física o mental permanente certificada por una junta médica designada por el Tribunal Supremo de Justicia y con aprobación de la Asamblea Nacional; el abandono del cargo, declarado como tal por la Asamblea Nacional, así como la revocación popular de su mandato. 

Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente electo o Presidenta electa antes de tomar posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o la nueva Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Presidente o Presidenta de la Asamblea Nacional. 

Si la falta absoluta del Presidente o la Presidenta de la República se produce durante los primeros cuatro años del período constitucional, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o la nueva Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Vicepresidente Ejecutivo o la Vicepresidenta Ejecutiva. 

En los casos anteriores, el nuevo Presidente o Presidenta completará el período constitucional correspondiente. 

Si la falta absoluta se produce durante los últimos dos años del período constitucional, el Vicepresidente Ejecutivo o la Vicepresidenta Ejecutiva asumirá la Presidencia de la República hasta completar dicho período". 

"Artículo 234. ° 
Las faltas temporales del Presidente o Presidenta de la República serán suplidas por el Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva hasta por noventa días, prorrogables por decisión de la Asamblea Nacional hasta por noventa días más. 

Si una falta temporal se prolonga por más de noventa días consecutivos, la Asamblea Nacional decidirá por mayoría de sus integrantes si debe considerarse que hay falta absoluta"

Sin embargo, la situación planteada no puede reducirse a una simple lectura e interpretación gramatical o literal de tales artículos. 

En efecto, los artículos 2 y 3 del texto constitucional, contienen una serie de principios fundamentales que informan a la totalidad del sistema constitucional. Los referidos artículos disponen lo siguiente: 

"Artículo 2. ° 
Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político. 

"Artículo 3. ° 
El Estado tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo y la garantía del cumplimiento de los principios, derechos y deberes reconocidos y consagrados en esta Constitución. 

La educación y el trabajo son los procesos fundamentales para alcanzar dichos fines". 

Cabe destacar, del contenido de estos dos artículos, el hecho de que tanto la democracia, como el ejercicio democrático de la voluntad popular constituyen principios informadores, valores esenciales del sistema constitucional y fines esenciales del Estado Venezolano. En consecuencia, cualquier interpretación del texto constitucional, formulada de manera integradora y sistemática, no solo no puede perder de vista tales principios, valores y fines fundamentales, sino que debe, necesariamente, ser efectuada a la luz (o mejor bajo la luz) de tales principios. 

La interpretación de los artículos 231, 233 y 234 no puede ser realizada, en consecuencia, sino en contexto y bajo la luz del principio de primacía de la voluntad popular, de especial significación si consideramos que además, a tenor de lo establecido en el artículo 5 constitucional, la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce, si bien de manera indirecta, a través del sufragio. 

En consecuencia, la inasistencia del Presidente Electo y el análisis de tal hecho, debe obligatoriamente considerar como circunstancia relevante y determinante, que la elección recaída constituye una expresión acabada de la voluntad popular ejercida hace apenas 3 meses. 

Hasta los momentos, no cabe, en modo alguno, la consideración relativa a si dicha inasistencia constituye un motivo que dé lugar a la aplicación del mecanismo constitucional regulador de la ausencia absoluta. Ello en virtud de que la inasistencia se fundamenta en razones de salud cuyo carácter inhabilitante de manera permanente no ha sido debidamente certificado, circunstancia además para la cual el actual Presidente fue debidamente autorizado por la Asamblea Nacional, de manera unánime, a salir del territorio nacional para recibir un tratamiento médico que ha debido prolongarse por motivos que hasta ahora no han sido detalladamente explicados. 

Dado que no es posible presumir una inhabilitación física de carácter permanente, lo que luce congruente con el principio de primacía de la voluntad popular expresada por vía del sufragio es considerar que la inasistencia se debe a motivos temporales. 

Ahora bien, la Constitución no previó regulación alguna respecto de una posible ausencia temporal de un Presidente Electo. El silencio legislativo guardado por el texto constitucional debe en consecuencia ser objeto de interpretación y, precisamente en virtud del principio que impide distinguir donde no hace distinción el legislador, corresponde entonces darle aplicación a la norma relativa a la ausencia temporal del Presidente en función, no solo en virtud de una aplicación analógica por vía del principio A pari ratione (Ubi eadem ratio est, ibi eadem iuris dispositio o donde la razón es la misma, idéntica debe ser la norma de derecho), sino además en virtud del principio A simili ad simili (Hay que tratar lo igual de igual manera). 

Habiendo expresado lo anterior, debemos pasar entonces a considerar que consecuencias jurídicas deben ser aplicadas en este supuesto de ausencia temporal del Presidente Electo. Resulta esto sumamente importante si debemos considerar que la consecuencia se relaciona directamente con el mecanismo de suplencia que debe activarse ante este supuesto de ausencia temporal. 

Algunos analistas aducen que no encontrándose regulada la figura de la ausencia temporal del Presidente Electo, y en virtud de que de conformidad con el artículo 231 constitucional llega a su término el período constitucional, debe entonces darse aplicación analógica al mecanismo de suplencia previsto para el caso de su ausencia absoluta. Esto es, debe encargarse de la Presidencia de la República el Presidente de la Asamblea Nacional ex artículo 233 aparte primero. 

Difiero sensiblemente de tal criterio, por cuanto el mismo no solo rompe con la uniformidad de la aplicación de los principios A pari ratione y A simili ad simili, sino que resulta obviamente incongruente la aplicación de la consecuencia del supuesto más grave (ausencia absoluta) al supuesto menos grave de la ausencia temporal, lo cual hace evidentemente poco justa, poco equilibrada la interpretación. 

En beneficio de la opción de aplicar el mecanismo de suplencia previsto para la ausencia absoluta y la consecuente asunción del Presidente de la Asamblea Nacional como Presidente Encargado mientras dura la ausencia temporal, se ha llegado a aducir que la terminación del periodo constitucional acarrea el cese de las funciones del Vice Presidente. Más aún, en una interpretación que no encuentra apoyo expreso en ninguna norma constitucional, se llega a afirmar que el Vice Presidente se encuentra sujeto al mismo término del Presidente. 

Tal argumentación no resiste el más elemental análisis jurídico. 

Tanto el Vice Presidente como los Ministros y demás funcionarios del Poder Ejecutivo son funcionarios cuya designación es efectuada por el Presidente, quien de manera libre puede removerlos, por no disponer el texto constitucional que los mandatos de dichos funcionarios estén sometidos a ningún término o periodo. En consecuencia, tales funcionarios se encuentran obligados a permanecer en el pleno ejercicio de sus cargos mientras no resulten válidamente sustituidos, es decir, mientras no se ejecute un nombramiento y la debida juramentación de nuevos funcionarios por parte de un Presidente constitucionalmente juramentado. Tal obligación constituye una verdadera carga en virtud del principio de responsabilidad individual que constitucionalmente pesa sobre dichos funcionarios. 

Para resaltar lo absurdo de tal argumentación, me permito además ejemplificar como, de acuerdo con tal criterio, si aceptamos su validez, ello equivaldría a aceptar que durante el período que media entre la juramentación del Presidente Electo y la designación, juramentación y asunción legal de los nuevos Vice Presidente, Ministros y demás funcionarios que componen el Poder Ejecutivo se produciría una acefalía, una paralización de la administración pública o una actuación írrita del Vice Presidente, Ministros y demás funcionarios del Poder Ejecutivo salientes.

No tratándose entonces de funcionarios que cesan en sus cargos de manera automática por el vencimiento de un periodo de tiempo, resulta obvio, al menos para quien escribe, que el Vice Presidente conserva la plenitud de sus atribuciones legales, una de las cuales es precisamente la de “suplir las faltas temporales del Presidente o Presidenta de la República” ex artículo 239, numero 8 del texto constitucional y 234 ejusdem, por un período de noventa días, prorrogables por otros noventa días al término de los cuales la Asamblea Nacional debe determinar si se trata de un supuesto de ausencia absoluta. 

Por otra parte, esta solución no solo atiende mejor a la realización del principio de primacía de la voluntad popular, sobre todo si tenemos en cuenta que el Presidente Electo es a la vez el Presidente en funciones al que se le vence el período, sino que además es una solución que garantiza de manera más adecuada la realización de la conservación de la paz y la estabilidad institucional, principios éstos que también informan el sistema constitucional venezolano de acuerdo con el contenido del preámbulo constitucional según el cual se pretende refundar la República para establecer una sociedad democrática, que consolide, entre otros, los valores de la libertad, la independencia y la paz. 

Es obvio que ante una circunstancia inédita y sin precedente en la historia republicana como lo constituye la ausencia temporal de un Presidente Electo, debe tenerse especial consideración al elemento sociológico que constituye la preservación de la paz y de la estabilidad de las instituciones. No puede soslayarse la circunstancia de que sustraer al Presidente de la Asamblea Nacional del ejercicio de sus atribuciones, trastorna el funcionamiento normal y la composición directiva de tal órgano del Poder Público, lo cual constituye un elemento que atenta contra la prudencia y sensatez que debe caracterizar a la labor interpretativa.

viernes, 14 de diciembre de 2012

ANTES DEL DOMINGO





“No se vota sólo para ganar. Se vota para decir quién es uno, qué le gusta, qué prefiere, qué quiere o a qué se opone. Votar es un acto de afirmación personal. Como la escritura. Como la amistad. Como el sexo. Una pequeña declaración de independencia personal. Una manera de decir que estas vivo” (ALBERTO BARRERA TYZKA).

Por allá por 1983 me tocó por primera vez ir a votar. Era, para esa época, un veinteañero estudiante de Derecho en la Universidad Católica, puesto a escoger en un proceso electoral que a la postre fue ganado por Jaime Lusinchi de manera abrumadora. El agotamiento del gobierno de Luis Herrera Campins y los efectos del viernes negro, se hicieron sentir fuertemente en el resultado electoral.

En esa oportunidad, mi primera oportunidad de votar, me incliné por la opción que menos preferencias atraía en las encuestas o estudios de opinión que se realizaban entonces. Voté por la opción de izquierda que representaba José Vicente Rangel. Se trataba de esa época en que José Ignacio Cabrujas describía al MAS, junto a sus Tiburones de La Guaira, como uno de sus mas constantes desvelos y fuente segura de derrotas. Se trataba, como bien lo expresaba Cabrujas, de aquellos tiempos en que el MAS representaba, de manera casi segura y permanente, el 5% de la preferencia electoral.

De manera que puedo decir, por mi manera de estrenarme como votante, que si a algo he hecho poco caso a la hora de emitir votos, es precisamente a lo que digan las encuestas, a lo que piensen "las mayorías", y por ende desconozco que significa eso de "anotarse a ganador".

De mi padre recibí, junto a muchas otras importantes lecciones de vida, la enseñanza de que en política debemos ser fieles a ideas y principios, jamás seguir hombres y practicar la debida firmeza en la defensa de las posiciones asumidas. Esa enseñanza se volvió vivo ejemplo en el comportamiento de un hombre como mi padre, que solo militó durante su vida en un solo partido (ese FND cuya máxima representación la ejerció Arturo Uslar Pietri), a cuya desaparición prefirió mantenerse hasta el día de hoy en una inamovible condición de independiente.

Desde ese momento, hace 29 años, hasta este momento, jamás he faltado a ninguna cita electoral, porque he asumido como un verdadero deber el acudir a expresar MI opinión en cada proceso, nacional, regional o municipal.

En los últimos 14 años, esa, mi visión del compromiso cívico como votante, me ha llevado a depositar mi expresión de voluntad en cada uno de los numerosos procesos electorales a los que ha habido lugar.

Para este, del domingo 16 de Diciembre, sin embargo, he llegado incluso a acariciar la idea de no asistir. He llegado a casi dejarme seducir por la idea de no sacrificar parte de mi descanso del domingo (quienes me conocen de cerca, saben que el domingo es para mi un día de total entrega familiar, de dedicación a la lectura, al descanso, a la permanencia en casa en largas horas de compartir con mi esposa y mi familia) para cambiarlo por un tiempo de cola, sol y calor a las afueras de un centro electoral.

La causa de este desánimo, de esta huida voluntaria del cumplimiento de uno de los actos más trascendentes de mi condición de ciudadano y elector, no es más que el lamentable estado en que acude la oposición al proceso electoral.

Es conocida mi posición de oposición total, abierta y definitiva, pero democrática y respetuosa, al gobierno de Hugo Chávez. Desde 1998 he venido ratificando de manera sistemática y consecutiva, esa posición, sin variar en un ápice en mi convicción de que la actuación del actual Presidente constituye una de las mas perniciosas para las bases fundamentales del régimen republicano y democrático.

Pero tener que asistir a un proceso electoral en el que de manera indubitable carecemos de opción alguna para enfrentar el totalitarismo, la exclusión y, sobre todo, la imposición de un estado comunal peligrosamente cercano al modelo cubano, es algo que pone a cualquiera a pensar si no será mejor aprovechar el domingo para dormir hasta tarde, cocinar algo rico para los seres queridos y dedicar horas a leer buenos clásicos, oir buena música o sentarse a conversar con los hijos.

Sin embargo, hoy temprano, muy de madrugada, me tocó llevar al aeropuerto a un hombre que ocupa especial lugar en mi corazón, en mi afecto y que por casualidad grata del destino, es también mi vecino. Hoy se marchaba a su Chile natal, junto a su esposa, sus hijos, uno de los cuales es desde la infancia mi amigo y hoy es mi compadre, su nuera y su nieto, en su acostumbrado viaje de fin de año para pasar las fiestas navideñas junto a sus seres queridos que viven allá en ese austral cono sur.

Mientras esperábamos en las afueras del aeropuerto, este hombre que en muchas ocasiones ha sido como un segundo padre, de quien he recibido hermosas lecciones de vida y cantidad de gestos cariñosos, me preguntó: ¿por quien vas a votar el domingo? a lo que le contesté expresándole todo lo que he venido contando acerca de mi acariciada idea de faltar, por vez primera, a depositar mi voto. Rápidamente me contestó que si el estuviese aquí ese día, votaría, me expresó por quien lo haría y además me explicó las razones por las que lo haría. Y mientras hacía eso, me puso a pensar en que lo verdaderamente importante no es por "quien" votas, sino "por qué" votas.

Por eso, he decidido que no voy a dormir hasta tarde. Que, una vez más, voy a hacer mi cola, a llevarme mi botellita de agua y mi gorra por si acaso me toca tomar el sol mientras espero, que me voy a llevar mi periódico o algún libro para que me acompañe durante la espera y que no voy a faltar a la cita, que si voy a votar. Y no voy a votar por ninguna persona, no voy a votar por ningún candidato, no le voy a hacer caso a las encuestas, sino que una vez mas voy a votar por mis ideas, voy a votar por mi, por el sueño de país que tengo, por el modelo político en el que creo. Voy a votar por esa unidad descalabrada de la que tanto quieren alardear algunos políticos cuyo enanismo mental no les deja practicarla.

Voy a votar para que mi voto se convierta en una demostración palpable de mi desencanto, de mi frustración y mi desencuentro con aquellos que despreciaron e irrespetaron el esfuerzo que hice, junto a 70.000 monaguenses, por acudir a otro evento al que se nos convocó para elegir un candidato que nos representara a todos y que se comprometieron, no solo entre ellos sino con nosotros los electores, a respetar, sostener y promover para esta cita.

Por todas esas razones mías, estrictamente mías, absolutamente mías, voy a votar.



martes, 2 de octubre de 2012

¿MIEDO A QUE?

Desde hace ya varios años, desde que la "Lista Tascón" fuera convalidada por el oficialismo y utilizada para perseguir a quienes suscribimos la solicitud de Referendum Revocatorio contra el actual Presidente y ahora candidato a la "reelección eterna", muchos venezolanos han sentido temor de manifestar su preferencia política y no pocos han sido sometidos a distintos tipos de presión.

A esos venezolanos, a esos conciudadanos, a ese pueblo al que de manera sistemática se ha sometido a diferentes formas de extorsión política, desde la amenaza de despido (sobre todo en el caso de los funcionarios y empleados públicos) hasta el insistente discurso sobre la pérdida de beneficios sociales, pasando por la amenaza inclusive física, al justificar la existencia de "espacios vedados" a los cuales no puede entrar la oposición, so pena de ser atacada violentamente o amenazada con armas de fuego, a esos miles de venezolanos a los cuales el actual gobierno ha querido someter a diferentes formas de temor, a ellos les escribo hoy, usando las únicas armas que tenemos los demócratas: las ideas, las convicciones y las letras.

En primer lugar, les quiero decir que el temor, como todo en la vida, también tiene su lado positivo. En efecto, el temor es el verdadero padre de los héroes. Si nos detenemos a pensar que los héroes no son sino personas que logran vencer el miedo, para hacer cosas que un humano normal asustado es incapaz de acometer, entenderán a que me refiero. No sentir temor es cosa de locos. Lo que si resulta realmente de valientes es la capacidad de superar el temor propio.

Tal vez, para superar el miedo, lo primero que tenemos que hacer es evaluar la situación que enfrentamos. Es algo así como esa escena repetida en muchas películas de guerra, en la que un soldado asustado, enfrentado a un bombardeo feroz y una verdadera lluvia de metralla, se percata repentinamente de que la única manera de evadir una muerte segura es saliendo de la trinchera y atacando una posición enemiga. Y así, de repente, entendiendo que esa es la opción para evitar continuar afrontando una situación terrorífica, se transforma en un héroe que avanza velozmente y logra la victoria táctica que se requería en ese momento.

De manera que, con este escrito, lo que me propongo es precisamente analizar la situación y determinar cuales son las opciones que existen para superar ese temor, ese miedo que se ha vuelto una de las armas principales del actual régimen.

Veamos la que pareciera ser mas común: tengo temor a que me despidan de mi trabajo. En primer lugar, si usted es empleado público o trabajador del gobierno, tendrá que haberse dado cuenta de que durante los últimos años, los aumentos acordados para los funcionarios y empleados públicos han sido realmente paupérrimos y además se han visto fuertemente depreciados por la inflación. Por otra parte, habrá tenido que observar como sus prestaciones y beneficios se han convertido en sal y agua y además, en muchos casos, al final el gobierno termina cancelándoselas, como ya ha hecho con el gremio de profesores universitarios, mediante bonos, a pesar de que la legislación laboral establece claramente que el pago de los salarios y prestaciones sociales debe ser hecho en dinero efectivo y de curso legal. Y además, tiene también que haberse percatado de que el actual gobierno mantiene paralizada, desde hace ya varios años, la discusión de las contrataciones colectivas del sector público, sin ningún tipo de justificación. Con todo esto, si usted es empleado público, amigo lector, lo que le quiero decir es que el entorno laboral en que se desenvuelve (es decir, su propia escena de guerra) es una situación tan terrorífica, guardando las debidas distancias, como el desembarco en Normandía que tan bien retratan las escenas iniciales de "Salvando al Soldado Ryan".

Y ante esa verdadera "lluvia de metralla" laboral a la que usted está enfrentado, quizás agachado en la pequeña trinchera que constituye su cubículo o puesto de trabajo en el ministerio u organismo oficial en que labora, la opción táctica que tiene es apostar a un conflicto laboral (llámese huelga, paro, operación morrocoy, pliego conflictivo, etc), pero debo recordarle que el actual gobierno tiene copados todos los órganos y poderes públicos ante los cuales pudiera ventilarse de manera justa y legal tal conflicto, por lo cual no le auguro buenos resultados. Por lo tanto, la otra vía, quizás la única, a la que usted podría apostarle sería, precisamente, la de cambiar de patrono y lograr que otros actores menos autoritarios y más dispuestos a conciliar y reconocerle sus derechos, accedan a la dirección del ministerio u organismo donde presta servicio. Y para lograr eso, para cambiar a esas autoridades que de manera sistemática durante los últimos 14 años le han negado sus justas reivindicaciones y le han conculcado sus derechos laborales y amenazado en un verdadero acto de "mobbing" laboral, debe aprovechar la oportunidad táctica que brinda el proceso electoral. Por lo tanto, no dude mas, salga de su trinchera y vote el próximo 7 de Octubre, que ese es el verdadero movimiento táctico posible. Claro que es posible que lo amenacen con "botarlo" si vota en contra, pero usted tiene ahora la oportunidad de sacarle la lengua a quien lo amenace de esa forma. Total, piense un momento ¿como lo van a despedir sus jefes si usted los va a despedir primero este domingo?

A aquellos que sienten temor ante la conseja, millones de veces proclamada por conspicuos representantes del gobierno saliente, acerca de que un gobierno opositor le retiraría los beneficios que significan las misiones o la seguridad social, les digo que el panorama es similar. En muchos casos el disfrute de esos beneficios ha sido sometido a la condición de que usted se vista con una franela roja y participe, casi que de manera forzada, en actividades proselitistas del partido de gobierno. A usted, que es beneficiario de alguna misión o programa social, le digo que no hay forma de retirarle ese beneficio. No solo porque el candidato de la oposición, Henrique Capriles, se ha comprometido de manera personal a mantener los programas sociales y beneficios de las misiones e incluso a mejorarlos, sino porque quiero que usted se de cuenta de que no va a ser posible, como interesadamente lo quiere hacer ver el gobierno, disminuir o restringir los programas sociales porque hacer tal cosa, en las condiciones actuales, equivaldría a disparar una protesta generalizada de consecuencias realmente gigantescas (otro Caracazo, pues), que es exactamente la misma razón por la cual el actual gobierno los mantiene. 

La única forma de eliminar programas sociales dirigidos a asegurar a los sectores más pobres el acceso a alimentación subsidiada, asistencia médica primaria, educación y muchas otras cosas mas, es generando un estado de bienestar económico generalizado mediante el cual se disminuyan los índices de pobreza. Para tal cosa, es necesario implementar medidas que permitan el crecimiento estructurado de la economía nacional, la expansión del empleo, el aumento de la inversión, el crecimiento del número de empleadores, la expansión del sector privado, el crecimiento en la producción nacional y muchas otras cosas mas. De hacerse realidad tal escenario, usted pasaría de ser un beneficiario de programas sociales mínimos, a ser un trabajador estable, con un salario real adecuado, con poder adquisitivo. Es decir, usted, amigo beneficiario de misiones o programas sociales, sería un ciudadano incorporado plenamente al proceso productivo del país y no necesitaría la beca o ingreso mínimo proveniente de la misión. Y para ello, debe salir de la trinchera en que se encuentra y votar este 7 de Octubre por una opción de progreso encarnada en la propuesta de la oposición democrática.

Si es Ud. de los que se encuentra acogotado por los malandros que pretenden, bajo coacción física, impedir que Ud. vote por otra opción que no sea sino la del gobierno, lo primero que tiene que entender es que esos  malandros que lo amenazan con sus armas de fuego, obran de esa manera porque el actual gobierno ha creado un estado generalizado de impunidad que permite tal situación. Esos malandros obran así porque el gobierno nacional le impide a los cuerpos policiales que repriman esos grupos anárquicos y delincuenciales. Esos malandros obran así porque el actual régimen ha copado el sistema judicial con jueces complacientes o, peor aún, por jueces que son verdaderos militantes políticos, que permiten que el marco de impunidad en que operan los malandros se haga realidad. Y para acabar con esa impunidad y con la actuación de esos malandros, usted tiene que salir de su trinchera y votar por una opción que represente la posibilidad del restablecimiento del Estado de Derecho, el rescate de la institucionalidad e impida que continúe perpetuándose la impunidad que nos azota.

Es posible que usted forme parte de ese grupo de ciudadanos que han sido víctimas de otra campaña de temor, recientemente puesta de moda por algunos saltimbanquis de la política, dirigida a hacerle creer a los ciudadanos que "de ganar Capriles, será peor que Chávez, porque es un ultraderechista que impone su criterio por encima de los sectores minoritarios y progresistas de la MUD y que, en consecuencia, dirigirá un gobierno que cercernará las libertades aún mas que el de Chávez". Esta "novedosa" campaña encabezada por algunos "líderes" de oposición, de cuyos nombres no quiero acordarme (para usar una famosa fórmula de expresión Cervantiana), pues también está dirigida a crear temor y miedo. Me permito entonces hacerle ver, apreciado lector, que la mejor garantía de que tal situación no puede ocurrir es, precisamente, la pluralidad alcanzada en la coalición opositora representada en la MUD. Henrique Capriles lidera un movimiento que es la expresión mas plural organizada en la historia política de Venezuela. No ha habido nunca, en la política venezolana, una concertación de fuerzas políticas como la que abandera Capriles, que solo encuentra expresiones similares en la concertación de organizaciones democráticas que se organizaron en Chile para derrotar al dictador Pinochet. Esa pluralidad y la evidente capacidad de concertación y cordura política de la que ha hecho gala Capriles para poder liderarla, son la garantía mas sólida de que no podrá establecerse jamás una línea de pensamiento político único o de acción política unilateral en el ejercicio del Poder.

Espero que con todo lo que le he expresado, pueda usted, querido lector, darse cuenta pues de que realmente no hay nada a que tenerle miedo y que aún sintiéndolo, la única movida táctica que puede usted tomar para salir de la peligrosa situación cívica que enfrenta, no es otra que la de votar, este 7 de Octubre, por la única propuesta electoral democrática, plural y amplia, esa que abandera un flaquito que anda, sin miedo, desmontando el miedo que pretende crear un gobierno que, con su acción, solo esconde su propio miedo. Una propuesta que no cabalga sobre el corcel del temor, sino sobre el mismo rocinante de progreso e ilusión sobre el que cabalgó, en su momento, aquel osado caballero de triste figura al que muchos desubicados creían un loco.


domingo, 30 de septiembre de 2012

SEMANA FINAL


Entramos en la última semana de la campaña electoral para la presidencia de la República. A estas alturas, se puede decir que en la práctica, las cartas están echadas. Ya ambos candidatos han rodado los dados y para este momento la mayoría de los ciudadanos tienen posturas adoptadas en relación con el proceso electoral.

Escojo este momento justo para escribir sobre lo que sin duda alguna va a ser uno de los procesos electorales más definitorios de la historia contemporánea de nuestro país. El resultado de los comicios del próximo domingo influirá de manera determinante en nuestro futuro y en el futuro de las próximas generaciones.

Tengo razones para pensar que podemos ver ese futuro con optimismo. Por primera vez, quienes nos hemos opuesto a Hugo Chávez, hemos logrado nuclear esfuerzos en torno a la figura de un candidato que ha sabido entender la inmensa responsabilidad que implica tal condición.

En lo personal, la opción encarnada por Capriles gozó de mi simpatía desde sus inicios, aún cuando mi inclinación ideológica pudiera parecer distinta. Apoyé tempranamente la candidatura de Capriles y pienso sinceramente que su opción tuvo momento estelar en aquel momento en que al aceptar el respaldo de Voluntad Popular y de Leopoldo López, expresó su deseo de encarnar una alternativa distinta a la “vieja política” y su compromiso con encabezar una opción diferente, joven, renovada y sobre todo con un gran compromiso ético en el ejercicio político. Creo no estar equivocado al afirmar que, en ese momento, Henrique Capriles interpretaba el sentimiento de millones de venezolanos que, como yo, no deseamos en modo alguno un retorno al pasado del ejercicio político desviado y corrompido que terminó por crear, como su perfecto Frankenstein, a este monstruoso presente, encarnado en el gobierno de Hugo Chávez y su ejercicio excluyente, fanático y antidemocrático del poder.

Como yo, millones de venezolanos que queremos fijar la mirada en el horizonte de un futuro promisor, nos hemos sentido profundamente identificados con la opción representada por este joven abogado caraqueño, que de la manera más humilde y sin pretensiones mesiánicas, se ha empeñado en una titánica lucha contra un gobierno que no ha dudado en usar todo el poderío económico del que dispone y de su inmenso poder y control de las instituciones fundamentales de la República, en una campaña totalmente desbalanceada. Mas que acertada ha resultado la estrategia adoptada por Capriles, de buscar el contacto directo con los electores y sobre todo, con los sectores más desposeídos, menos afortunados, esos a los que Chávez siempre se ha ufanado en representar.

Capriles ha llevado a esos sectores populares, un mensaje claro y directo: el próximo gobierno va a estar centrado en ellos. Y así debe ser, porque si bien un gobierno debe prestar apoyo al sector productivo y generador de riqueza, su desvelo principal, su función más fundamental, debe estar orientada a restablecer los desequilibrios sociales y a proteger a aquellos que viven en las condiciones de pobreza más desgarradoras. Pero aquí, también hay que decir que es fundamental entender que la labor de protección de esos pobres, desamparados y excluidos, implica por sobre todas las cosas el reconocimiento de su dignidad y el más profundo respeto hacia ellos. Por ello, me alegra que el candidato del progreso haya manifestado su compromiso de mantener los programas sociales y las misiones dirigidas a proteger a esos compatriotas y sobre todo, me complace que ese compromiso, además, haya dejado claramente expuesto que los programas sociales y las misiones no solo no se verán afectadas en modo alguno, sino que el próximo gobierno velará porque las mismas lleguen a todos los venezolanos que lo requieran, sin distingos de ninguna naturaleza y sin que priven, para su disfrute, razones clientelares o colores políticos. Yo espero también que ese compromiso se manifieste en absoluto respeto a la dignidad de los favorecidos y que nunca volvamos a presenciar el espectáculo infame y denigrante, de las inmensas colas de ciudadanos expuestos al sol o a la lluvia para adquirir un producto alimenticio subsidiado o para recibir cualquier otro beneficio social. Creo, sinceramente, que todos deberíamos exigir al próximo gobierno que se implementen mecanismos que permitan a los pobres y necesitados el disfrute de esos programas en unas condiciones más humanas, más dignas.

Creo firmemente que la felicidad del hombre tiene su fuente directa en el trabajo. Frente a aquellos que ven en el trabajo una especie de maldición bíblica, no dudo en manifestar que nada satisface mas a un ser humano que el disfrute de aquellas ventajas que le proporciona su trabajo honrado. Me encuentro totalmente convencido de que el trabajo y la propiedad privada son las columnas fundamentales sobre las cuales se afirma la sociedad humana. Todo hombre debe tener el derecho indiscutible a hacer suyos aquellos bienes a los cuales ha tenido acceso a través de su esfuerzo y su labor honrada y hoy nadie discute los límites sociales que deben ser impuestos a la propiedad privada. Por eso, creo sinceramente que los venezolanos debemos dejar de lado los cantos de sirena encarnados en ideologías que dejaron demostradamente comprobada su inviabilidad en los escenarios históricos de Rusia, de Europa Oriental y de otras localizaciones geográficas en que esos mismos cantos de sirena no dejaron sino un rastro de pobreza, desolación y enorme corrupción. Es el momento de empeñarnos, como uno solo, en la construcción de un país, de un Estado, que estimule la creación de empleos y que consolide una sociedad de propietarios, señalando y definiendo de manera clara las limitaciones derivadas de razones de utilidad pública o social.

No creo, en modo alguno, que el Estado deba ser un agente neutro y ajeno al desarrollo económico. Por el contrario, soy de quienes consideran que el Estado debe intervenir determinantemente en el control de la actividad económica. La experiencia del Estado Liberal Burgués dejó suficientemente comprobado que cuando el Estado se abstiene de intervenir en la actividad económica, solo contribuye a que los más fuertes aprovechen los desequilibrios existentes para perjudicar a los más desprotegidos. Por otra parte, pertenezco a una generación que ha podido ser testigo de cómo las experiencias neoliberales puestas en efecto en América Latina en los años 90, no solo no dieron resultado alguno en lo económico, sino que además acrecentaron la brecha social existente en nuestra región. Siento que en la propuesta de nuestro candidato, hay también la misma convicción.

El próximo domingo iré a votar por Henrique Capriles con la seguridad de estar eligiendo a un Presidente que conoce y valora perfectamente el valor de la educación para una sociedad moderna. América Latina en general y Venezuela en particular, vivió sus mejores momentos de movilidad social y de formación de una sólida clase media, cuando a principios de los años 60 se dio una lucha por el mejoramiento del sistema educativo. Muchos de los jóvenes de mi generación teníamos en nuestros propios padres el ejemplo más claro de cómo el acceso a la educación secundaria y profesional, sirvió para ayudar a generar una clase media que enriqueció al país y contribuyó a transformarlo de una sociedad rural en el país moderno del cual gozamos todavía hoy. Hoy, Venezuela necesita como nunca de un sistema educativo que contribuya a restablecer esa situación. Y ese sistema educativo debe no solo ser mejorado en la cuantitativo, sino que debe ser también mejorado en lo cualitativo. El próximo gobierno debe empeñarse en que la educación venezolana esté basada no en la visión ideológica del gobierno de turno, sino en los más profundos valores del pensamiento humano. Nuestro sistema educativo debe ofrecerle a los jóvenes, en su proceso de formación, la más amplia y plural visión del conocimiento y del pensamiento, para garantizar de esa manera la formación de un ciudadano crítico y consciente de su compromiso social.

El próximo gobierno, encarnado en la figura de Henrique Capriles, debe empeñarse en el rescate del ejercicio ético de la política. Constituye una verdadera exigencia del presente el que no solo el Presidente, sino todo el aparato político del Estado Venezolano, se empeñe en una lucha sincera contra la corrupción. Creo sinceramente que ya Henrique Capriles ha dado una demostración clara y determinante de su postura frente a este problema. Me refiero al caso del Diputado Caldera. Tal vez muchos venezolanos, y sobre todo muchos opositores, cayeron impensadamente en el error de tratar de restar importancia a ese caso. Muchos, equivocadamente en mi modo de ver, solo quisieron ver ese caso como un “error”, como una “trampa” tendida a una figura opositora, como el aprovechamiento de una actuación “inocente”,  o para decirlo con palabras mucho mas llanas, como la actuación desprevenida de un joven que cayó por “pendejo”, para usar una palabra muy utilizada por el actual Presidente últimamente. La verdad es que, lejos de esas posiciones, siempre he creído que el Diputado Caldera incurrió en una actuación totalmente desprovista de ética. No podemos catalogarlo de tonto. Tonto hubiese sido si lo hubiesen engañado, si le hubiesen ofrecido algo distinto a lo que obtuvo, si hubiese sido víctima de un “paquete chileno”. No, el diputado fue conscientemente a buscar un provecho económico (Ud., amigo lector, puede llamarlo “contribución para su campaña” o como quiera) y demostró con ello que no está a la altura ética que requerimos los venezolanos en la actualidad. Frente a ello, la actuación de Henrique Capriles fue totalmente ejemplar y no dudó en modo alguno en condenarla y en alejar prontamente a quien incurrió en dicha falta del proyecto político que queremos construir. Creo que todos podemos ver en ese gesto, el inicio de una clara y determinante posición de combate a la corrupción.

Finalmente, para dar término a este largo escrito por el que pido disculpas a todos los que me leen, el próximo domingo iré a votar por un verdadero relevo en el liderazgo político venezolano. Es momento de que no solo estimulemos, sino que demos apoyo decidido a una entrega del testigo. Venezuela necesita de una juventud que se comprometa con el destino histórico de nuestra nación y que asuma su papel protagónico en la construcción de la sociedad mejor que todos queremos. No podemos seguir soportando el bloqueo constante del relevo político por aquellos que solo aspiran a seguir disfrutando de posiciones, privilegios o prebendas. Es momento de dar un impulso firme a la participación de los jóvenes en la política y para ello es necesario reconocerles su importancia y su pleno derecho a ejercer el liderazgo. Henrique Capriles, junto a Leopoldo López, Carlos Ocariz, Carlos Vecchio, Freddy Guevara, Pablo Pérez, María Corina Machado y otros miles de jóvenes desplegados a lo largo y ancho de nuestra geografía, han abierto el espacio necesario para la renovación del liderazgo opositor. Yo voy a votar el domingo 7 de Octubre para apoyar esa renovación, ese nuevo aire, esa reoxigenación tan necesaria.

Y este 7 de Octubre, vamos a ganar, no solo porque somos mayoría, sino porque tenemos el mejor candidato, la mejor propuesta y unos jóvenes dispuestos a dar lo mejor de ellos para emprender la construcción de un mejor país. Vamos a ganar, porque nos inspira el más profundo amor por nuestra Venezuela, por sus hijos, por su bandera tricolor. Vamos a ganar.



viernes, 31 de agosto de 2012

¡CUMPLIMOS!



En días pasados confesé cuan difícil se me hace a veces comprender a mi país. Estos últimos años de pasión desbordada, de constante descalificación, de discursos incendiarios, de actitudes que evidencian resentimiento y odio, me han puesto en frente a un país que no conozco, que no comprendo, que se me ha vuelto indescifrable.

Amuay, en cierto modo, es otro hito que desnuda ese rodar cuesta abajo que como sociedad hemos venido padeciendo desde hace años, muchos mas que los catorce del Comandante.

Unas imágenes publicadas en los medios de comunicación me han afectado de manera profunda, me han causado una mezcla indescriptible de tristeza y repulsión. Se trata de las imágenes tomadas y difundidas con ocasión de la definitiva extinción de los fuegos que afectaban a los tanques de almacenamiento de la refinería. En esas imágenes, los bomberos junto al Ministro de Petróleo se presentan felices y sonrientes, el tiempo que un encabezado de prensa proclamaba orgullosamente: ¡CUMPLIMOS!.

Realmente me asombra que ante la magnitud de la tragedia que implicó el suceso de Amuay, nadie haya elevado la voz para llamar la atención sobre semejante desatino. Esas sonrisas, esa alegría y sobre todo la infeliz frase, no podían estar mas fuera de lugar . 

He observado a muchos simpatizantes del oficialismo responder a las solicitudes de investigación sobre las causas del suceso con verdadera liviandad. Que si recuerden Tacoa. Que si los accidentes pasan. Que recuerden Tejerías donde la perforación de un gasoducto por el operador de una excavadora propiedad de una contratista originó un espantoso incendio donde falleció un elevado número de compatriotas.

A eso respondo, desde mi conciencia, que ciertamente los accidentes ocurren y mas cuando se trata de actividades de elevado riesgo como la petrolera. Pero nunca, jamás, en ninguno de esos horrendos accidentes, observé a ningún bombero posar sonriente ante las cámaras, ni presenciamos nunca los venezolanos a un ministro mostrando su satisfecha sonrisa pepsodent ante las cámaras. Y mucho menos, pero muchísimo menos, algún medio de comunicación reflejó en medio de la tragedia de Tacoa o el deslave de Vargas una frase tan infeliz e inadecuada como ese ¡Cumplimos!

Ese cumplimos es la prueba irrefutable de cuanto hemos perdido en humanidad, de como estamos de desencontrados, de como la brújula normal de nuestra sociedad gira alocadamente y ya no enseña ningún norte. Ese cumplimos y esas sonrisas, marcan la magnitud de la distancia ética que sacude a nuestra sociedad y que se muestra cada vez mas ausente de nuestra cotidianidad. Esas sonrisas y ese cumplimos son sencillamente inhumanas, claramente inaceptables. 

Solo por un minuto, tan solo por un minuto, piense Ud. amigo lector, en como se sentiría Ud. si su casa fuera pasto de las llamas y ese incendio acabara con la vida de sus seres queridos y con los bienes que durante toda una vida de esfuerzo logró adquirir y le tocara ver como los bomberos, después de apagar las llamas y rescatar los cadáveres, posaran frente a su vivienda humeante, sonrientes y satisfechos y proclamaran ese ¡cumplimos!

Ni por un momento me propongo que estas líneas sean una crítica partidista. Usaría las mismas letras y no cambiaría ni una coma, si los actores fueran rojos rojitos, azules azulitos, amarillos amarillitos o del color que fuera. Pero lo que si se proponen estas líneas es, al menos, tratar de que aunque sea uno solo de mis lectores reflexione sobre la necesidad urgente que tenemos de rescatar nuestra humanidad, nuestro sentido de pertenencia, nuestra condición de seres humanos hermanados por esa geografía hermosa y rica que llamamos Venezuela.