jueves, 14 de octubre de 2010

CRONICAS IBERICAS: TOLEDO, MADRID Y UNA TARDE EN EL SANTIAGO BERNABEU

Para cantar a España, traigan a nuestro coro
unos, su voz de bronce, y otros su voz de oro.
(…)
Y canten por la España de siempre, por la vieja
y por la nueva: por la de Pelayo
y por la que suspira tras la reja,
por la de Uclés y la del dos de Mayo;
por la del mar y por la de Pavía
y por la del torero... ¡España mía!,
(…)
y por Castilla, a cuyos pies doblegan
Saúl la espada y Débora la encina.
Castilla, hembra de acero de forja toledana,
cuyo canto en la vía requebró Santillana,
Andrés Eloy Blanco. Canto a España.


Poco tiempo lleva el viaje de Madrid a Toledo. Poco más de una hora de autopista, que puede reducirse a media hora si se usa el Ave, el ferrocarril rápido de Renfe, la Red Española de Ferrocarriles.
Llegar a Toledo es sumergirse inmediatamente en la historia, en el corazón de España, de la cual fue Capital hasta 1563, fecha en la que Felipe II decidió mudar la Capital del Imperio a Madrid. El origen de esta Toledo (en Latin Toletum, Tulaytulah árabe, Toldoth judeo-español y Toletoh mozárabe) se remonta a épocas preromanas, a asentamientos celtíberos, de los cuales se han encontrado numerosos restos en sitios como el Cerro del Bu.
Para el 193 A.C. Marco Fulvio Nobilior conquista la ciudad para el imperio romano y le otorga el nombre que la distingue y que se ha conservado, en diferentes idiomas, a lo largo de su historia. Bajo el dominio férreo de Roma, permanecerá y se romanizará profundamente, hasta la caída del imperio. Para el año 411 los Alanos conquistan la ciudad, hasta que en 418 son derrotados por los Visigodos, cuyos reyes establecieron su dominio en la ciudad, en la cual fijaron su corte. En el 711 los árabes, mediante capitulación y casi sin resistencia, dado que la mayoría de la población la había abandonado, hacen suya la ciudad, nombrándola Tulaytulah. El predominio Mozárabe en la ciudad constituyó motivo de frecuentes alzamientos contra Córdoba, a cuyo califato se encontraba sometida. A la desintegración del Califato de Córdoba, Toledo se convierte en Taifa Arabe, hasta que en 1085 Alfonso VI reconquista la ciudad, tras una capitulación en la cual se compromete a garantizar a sus pobladores su seguridad personal y la de sus bienes. De allí en adelante, aún cuando sólido control cristiano, la ciudad tendría una historia de conflictos de distinta naturaleza.
Es indudable el valor simbólico de Toledo para el pueblo español. No resulta casual que en el último enfrentamiento bélico que sacudió a España, la Guerra Civil, Toledo resultara de enorme valor, más que todo simbólico, para ambos ejércitos. Esa circunstancia condujo al episodio del Asedio del Alcázar por el ejército republicano, que pretendía sacarlo del control de las tropas nacionalistas que lo ocupaban. El propio Franco, vencedor del conflicto bélico, llegó a confesar que cometió un error al desviarse y posponer la conquista de Madrid, por lograr defender y conservar Toledo y su Alcázar, por las implicaciones simbólicas a que nos referimos.
Llegar a Toledo constituye disfrutar de la visión de una ciudad que ha conservado mucho de su carácter antiguo.




Transitamos por sus calles empedradas y la primera visita nos conduce al Museo de la Santa Cruz, antiguo establecimiento religioso que servía de orfanato y que hoy en día contiene una bella colección de importantes piezas arqueológicas vinculadas al carácter histórico de la ciudad. Cuenta además este museo con una importante colección de obras de El Greco, que no pudimos contemplar por encontrarse ese espacio en remodelación.






La visita a la ciudad nos llevó luego al Alcázar, una fortificación construida en lo más alto de la ciudad, que originalmente fue un palacio romano restaurado por Alfonzo VI y modificado por Carlos I. Actualmente es la Sede del Museo del Ejército.



El recorrido por el Alcázar-Museo concluyó justo a hora de almuerzo, por lo que emprendimos la marcha nuevamente por las calles empedradas, en búsqueda de un local que calmara el apetito. Un pequeño restaurante nos abrió sus puertas para disfrutar de ricos platos y de un “tinto de verano”, destacándose allí unas suculentas chuletas de cordero con patatas cuyo recuerdo conservaré siempre en mi paladar.

Terminado el condumio, vuelta a caminar por sus calles, a observar las numerosas muestras de una de las industrias que ha dado mayor fama a la ciudad: la metalurgia y el damasquinado. Múltiples locales que exhiben diferentes productos: cuchillería, espadas, adornos, vajillas y muchos más, dan fe de la destreza alcanzada en el desarrollo de la damasquinería, que ha convertido en famosa a Toledo por su “oro toledano”. También la gastronomía hace presencia, como en toda España, aquí en Toledo. Numerosos restaurantes sirven al viajero para disfrutar de las delicias culinarias del país, pero además cuenta Toledo con varios locales en los cuales pudimos ver y adquirir productos típicos de la zona, como un sabroso Chorizo de Venado que constituyó una verdadera alegría para nuestro paladar.










Mas tarde, nuestro caminar por el empedrado de sus vetustas calles, nos llevó a la Catedral, una verdadera joya de estilo gótico, del cual es considerada “Magna Opus” (Obra Magna). Su construcción se inició en 1223, por el Rey Fernando III y se concluyó en 1493, durante el reinado de los Reyes Católicos. En el momento de la conquista de Toledo, el Rey Alfonzo VI logró la rendición y entrega de la ciudad sin derramamiento de sangre gracias a su promesa de respetar y conservar, entre otros, los edificios de culto, de los cuales formaba parte la Mezquita Mayor. En ausencia del Rey y en connivencia con la reina, el Arzobispo ordena la toma, por la fuerza y con gente armada, de la Mezquita, instala un altar provisional y ordena colocar una campana en su alminar. Pese al subsiguiente disgusto del rey, la toma de la Mezquita terminó siendo aceptada como legítima por los musulmanes de la ciudad, quedando consagrada entonces como Templo y Catedral Cristiana, bajo la advocación de la Santa Maria, sin que prácticamente se hicieran modificaciones en su estructura. Urbano II le reconoce luego su condición de Catedral Primada sobre las demás del reino. En 1223, dada la vetustez y ruinosidad de la vieja Mezquita, se emprende la construcción del templo que hoy conocemos.






Estar entre los muros de esa Catedral, me resultó particularmente sobrecogedor. Siempre había leído acerca de cómo la construcción de estos enormes sitios de culto, tenía por objeto impresionar al creyente y transmitirle una visión de la inmensidad del poder de Dios. Allí, en Toledo, pude vivir esa experiencia en carne propia. Las enormes dimensiones del templo y la multiplicidad y magnificencia de sus detalles, me impresionó vivamente. Perdónenme la digresión, si me permito además confesar que en ese momento no pude evitar pensar sobre la circunstancia de que la Catedral fue construida en momentos en que la mayoría de la humanidad pasaba por terribles momentos de pobreza, peste y mortandad, se debatía en medio de espantosas guerras y particularmente España atravesaba una de sus épocas más difíciles, empeñada como estaba en la reconquista.






En fin, conocer los detalles de la Catedral y visitar la totalidad de su contenido, es tarea difícil de realizar en las pocas horas con que contábamos para la visita. No me fue posible, como es lógico, recorrerla entera ni conocerla completa. Sin embargo, puedo decir que para mi, todo el viaje a Toledo se justificó solo en ella. Dedicamos un tiempo especial a recorrer algunas de las capillas, cuyos ornamentos y detalles arquitectónicos son realmente notables. En particular dedicamos un buen espacio del tiempo que disponíamos, a concentrarnos en el Coro de la Catedral, de imponentes detalles tallados en la madera, entre los cuales destacan los relativos a la conquista de América, la nueva tierra descubierta por Colón allende el Atlántico, un año antes de la conclusión de los trabajos de construcción de la Catedral. Merece mención destacada también, la visita al lugar de la Catedral que guarda numerosas obras de El Greco. Me he hecho la promesa de visitarla nuevamente antes de la conclusión de este viaje, antes de tornar a mi Venezuela.
Al salir de la Catedral y rumbo al sitio donde habíamos dejado el “coche” (como llaman todos los españoles a sus automóviles o “carro” como decimos en buen venezolano), hicimos un pase rasante para comprar lo que descubrí como otra de las “delicatesses” de la ciudad: unos magníficos mazapanes cuya sabrosura es obra, para mi también magna, de las Monjas de un pequeño convento Toledano.

De regreso a Madrid, las últimas horas de la tarde sirvieron para dispensar una rápida visita a la Plaza Mayor, centro vivo de la vida madrileña, y particularmente al Mercado de San Miguel, antiguo mercado rescatado y remodelado para ser convertido en un concurrido centro gastronómico en el cual numerosos locales sirven los más variados productos y platos. Allí pude disfrutar de una sabrosa copa de vino acompañada de croquetas de gambas.








Repuestos con el sabroso vino y las deliciosas croquetas, llegó momento de marchar a otro lugar de culto madrileño: el Santiago Bernabeu. Allí, me esperaba el disfrute de un partido del equipo que ha gozado de mi preferencia desde los tiempos de mi lejana niñez: el Real Madrid, que además me brindó la satisfacción de contemplar un resultado favorable de abultada factura frente al Deportivo La Coruña.






Dos cosas llamaron mi atención durante el desarrollo del partido: la primera el espíritu festivo, vertido en constantes cantos desde la gradería animados por los “Ultras Sur”: la alegre barra madrileña, no por ello menos peligrosa por su capacidad de tornarse en verdaderos Hooligans si la circunstancia se desborda, como lo demuestra su confinamiento a un espacio convenientemente provisto de cercas metálicas. Desde allí, mantienen durante toda la duración del partido una constante y frenética actividad: cantos, gritos, saltos, pitos, redoble de tambores, golpes al bombo, insultos a los jugadores contrarios que “osaban” acercarse al área de la portería madrileña, insultos al árbitro cuando sus decisiones no los satisfacían o eran consideradas erróneas, su intercambio permanente con la gradería, a la cual saludan con el grito de: “Hola Gallinero”, al que el público responde con un pronto y alegre “hola fondo Sur”.



La segunda cosa que llamó mi atención, fue cuando en momentos en que el frío otoñal, exacerbado por la lluvia que caía copiosamente, comenzó a convertirse en una verdadera preocupación, se encendió un sistema de calefacción que me hizo recuperar la tranquilidad. Nunca había tenido la oportunidad de estar en un Stadium con calefacción y era ello una verdadera experiencia nueva para mi, otra de las muchas experiencias nuevas de esta España moderna que atrapa y embelesa con su riqueza y buen talante a quien la visita, de esta bella España, llena de historia, misticismo, cultura, humanismo, hazañas guerreras y empuje moderno, que pone poesía en los vagones del metro, de esta hermosa España que me ha hecho suyo para siempre.


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