viernes, 14 de diciembre de 2012

ANTES DEL DOMINGO





“No se vota sólo para ganar. Se vota para decir quién es uno, qué le gusta, qué prefiere, qué quiere o a qué se opone. Votar es un acto de afirmación personal. Como la escritura. Como la amistad. Como el sexo. Una pequeña declaración de independencia personal. Una manera de decir que estas vivo” (ALBERTO BARRERA TYZKA).

Por allá por 1983 me tocó por primera vez ir a votar. Era, para esa época, un veinteañero estudiante de Derecho en la Universidad Católica, puesto a escoger en un proceso electoral que a la postre fue ganado por Jaime Lusinchi de manera abrumadora. El agotamiento del gobierno de Luis Herrera Campins y los efectos del viernes negro, se hicieron sentir fuertemente en el resultado electoral.

En esa oportunidad, mi primera oportunidad de votar, me incliné por la opción que menos preferencias atraía en las encuestas o estudios de opinión que se realizaban entonces. Voté por la opción de izquierda que representaba José Vicente Rangel. Se trataba de esa época en que José Ignacio Cabrujas describía al MAS, junto a sus Tiburones de La Guaira, como uno de sus mas constantes desvelos y fuente segura de derrotas. Se trataba, como bien lo expresaba Cabrujas, de aquellos tiempos en que el MAS representaba, de manera casi segura y permanente, el 5% de la preferencia electoral.

De manera que puedo decir, por mi manera de estrenarme como votante, que si a algo he hecho poco caso a la hora de emitir votos, es precisamente a lo que digan las encuestas, a lo que piensen "las mayorías", y por ende desconozco que significa eso de "anotarse a ganador".

De mi padre recibí, junto a muchas otras importantes lecciones de vida, la enseñanza de que en política debemos ser fieles a ideas y principios, jamás seguir hombres y practicar la debida firmeza en la defensa de las posiciones asumidas. Esa enseñanza se volvió vivo ejemplo en el comportamiento de un hombre como mi padre, que solo militó durante su vida en un solo partido (ese FND cuya máxima representación la ejerció Arturo Uslar Pietri), a cuya desaparición prefirió mantenerse hasta el día de hoy en una inamovible condición de independiente.

Desde ese momento, hace 29 años, hasta este momento, jamás he faltado a ninguna cita electoral, porque he asumido como un verdadero deber el acudir a expresar MI opinión en cada proceso, nacional, regional o municipal.

En los últimos 14 años, esa, mi visión del compromiso cívico como votante, me ha llevado a depositar mi expresión de voluntad en cada uno de los numerosos procesos electorales a los que ha habido lugar.

Para este, del domingo 16 de Diciembre, sin embargo, he llegado incluso a acariciar la idea de no asistir. He llegado a casi dejarme seducir por la idea de no sacrificar parte de mi descanso del domingo (quienes me conocen de cerca, saben que el domingo es para mi un día de total entrega familiar, de dedicación a la lectura, al descanso, a la permanencia en casa en largas horas de compartir con mi esposa y mi familia) para cambiarlo por un tiempo de cola, sol y calor a las afueras de un centro electoral.

La causa de este desánimo, de esta huida voluntaria del cumplimiento de uno de los actos más trascendentes de mi condición de ciudadano y elector, no es más que el lamentable estado en que acude la oposición al proceso electoral.

Es conocida mi posición de oposición total, abierta y definitiva, pero democrática y respetuosa, al gobierno de Hugo Chávez. Desde 1998 he venido ratificando de manera sistemática y consecutiva, esa posición, sin variar en un ápice en mi convicción de que la actuación del actual Presidente constituye una de las mas perniciosas para las bases fundamentales del régimen republicano y democrático.

Pero tener que asistir a un proceso electoral en el que de manera indubitable carecemos de opción alguna para enfrentar el totalitarismo, la exclusión y, sobre todo, la imposición de un estado comunal peligrosamente cercano al modelo cubano, es algo que pone a cualquiera a pensar si no será mejor aprovechar el domingo para dormir hasta tarde, cocinar algo rico para los seres queridos y dedicar horas a leer buenos clásicos, oir buena música o sentarse a conversar con los hijos.

Sin embargo, hoy temprano, muy de madrugada, me tocó llevar al aeropuerto a un hombre que ocupa especial lugar en mi corazón, en mi afecto y que por casualidad grata del destino, es también mi vecino. Hoy se marchaba a su Chile natal, junto a su esposa, sus hijos, uno de los cuales es desde la infancia mi amigo y hoy es mi compadre, su nuera y su nieto, en su acostumbrado viaje de fin de año para pasar las fiestas navideñas junto a sus seres queridos que viven allá en ese austral cono sur.

Mientras esperábamos en las afueras del aeropuerto, este hombre que en muchas ocasiones ha sido como un segundo padre, de quien he recibido hermosas lecciones de vida y cantidad de gestos cariñosos, me preguntó: ¿por quien vas a votar el domingo? a lo que le contesté expresándole todo lo que he venido contando acerca de mi acariciada idea de faltar, por vez primera, a depositar mi voto. Rápidamente me contestó que si el estuviese aquí ese día, votaría, me expresó por quien lo haría y además me explicó las razones por las que lo haría. Y mientras hacía eso, me puso a pensar en que lo verdaderamente importante no es por "quien" votas, sino "por qué" votas.

Por eso, he decidido que no voy a dormir hasta tarde. Que, una vez más, voy a hacer mi cola, a llevarme mi botellita de agua y mi gorra por si acaso me toca tomar el sol mientras espero, que me voy a llevar mi periódico o algún libro para que me acompañe durante la espera y que no voy a faltar a la cita, que si voy a votar. Y no voy a votar por ninguna persona, no voy a votar por ningún candidato, no le voy a hacer caso a las encuestas, sino que una vez mas voy a votar por mis ideas, voy a votar por mi, por el sueño de país que tengo, por el modelo político en el que creo. Voy a votar por esa unidad descalabrada de la que tanto quieren alardear algunos políticos cuyo enanismo mental no les deja practicarla.

Voy a votar para que mi voto se convierta en una demostración palpable de mi desencanto, de mi frustración y mi desencuentro con aquellos que despreciaron e irrespetaron el esfuerzo que hice, junto a 70.000 monaguenses, por acudir a otro evento al que se nos convocó para elegir un candidato que nos representara a todos y que se comprometieron, no solo entre ellos sino con nosotros los electores, a respetar, sostener y promover para esta cita.

Por todas esas razones mías, estrictamente mías, absolutamente mías, voy a votar.



martes, 2 de octubre de 2012

¿MIEDO A QUE?

Desde hace ya varios años, desde que la "Lista Tascón" fuera convalidada por el oficialismo y utilizada para perseguir a quienes suscribimos la solicitud de Referendum Revocatorio contra el actual Presidente y ahora candidato a la "reelección eterna", muchos venezolanos han sentido temor de manifestar su preferencia política y no pocos han sido sometidos a distintos tipos de presión.

A esos venezolanos, a esos conciudadanos, a ese pueblo al que de manera sistemática se ha sometido a diferentes formas de extorsión política, desde la amenaza de despido (sobre todo en el caso de los funcionarios y empleados públicos) hasta el insistente discurso sobre la pérdida de beneficios sociales, pasando por la amenaza inclusive física, al justificar la existencia de "espacios vedados" a los cuales no puede entrar la oposición, so pena de ser atacada violentamente o amenazada con armas de fuego, a esos miles de venezolanos a los cuales el actual gobierno ha querido someter a diferentes formas de temor, a ellos les escribo hoy, usando las únicas armas que tenemos los demócratas: las ideas, las convicciones y las letras.

En primer lugar, les quiero decir que el temor, como todo en la vida, también tiene su lado positivo. En efecto, el temor es el verdadero padre de los héroes. Si nos detenemos a pensar que los héroes no son sino personas que logran vencer el miedo, para hacer cosas que un humano normal asustado es incapaz de acometer, entenderán a que me refiero. No sentir temor es cosa de locos. Lo que si resulta realmente de valientes es la capacidad de superar el temor propio.

Tal vez, para superar el miedo, lo primero que tenemos que hacer es evaluar la situación que enfrentamos. Es algo así como esa escena repetida en muchas películas de guerra, en la que un soldado asustado, enfrentado a un bombardeo feroz y una verdadera lluvia de metralla, se percata repentinamente de que la única manera de evadir una muerte segura es saliendo de la trinchera y atacando una posición enemiga. Y así, de repente, entendiendo que esa es la opción para evitar continuar afrontando una situación terrorífica, se transforma en un héroe que avanza velozmente y logra la victoria táctica que se requería en ese momento.

De manera que, con este escrito, lo que me propongo es precisamente analizar la situación y determinar cuales son las opciones que existen para superar ese temor, ese miedo que se ha vuelto una de las armas principales del actual régimen.

Veamos la que pareciera ser mas común: tengo temor a que me despidan de mi trabajo. En primer lugar, si usted es empleado público o trabajador del gobierno, tendrá que haberse dado cuenta de que durante los últimos años, los aumentos acordados para los funcionarios y empleados públicos han sido realmente paupérrimos y además se han visto fuertemente depreciados por la inflación. Por otra parte, habrá tenido que observar como sus prestaciones y beneficios se han convertido en sal y agua y además, en muchos casos, al final el gobierno termina cancelándoselas, como ya ha hecho con el gremio de profesores universitarios, mediante bonos, a pesar de que la legislación laboral establece claramente que el pago de los salarios y prestaciones sociales debe ser hecho en dinero efectivo y de curso legal. Y además, tiene también que haberse percatado de que el actual gobierno mantiene paralizada, desde hace ya varios años, la discusión de las contrataciones colectivas del sector público, sin ningún tipo de justificación. Con todo esto, si usted es empleado público, amigo lector, lo que le quiero decir es que el entorno laboral en que se desenvuelve (es decir, su propia escena de guerra) es una situación tan terrorífica, guardando las debidas distancias, como el desembarco en Normandía que tan bien retratan las escenas iniciales de "Salvando al Soldado Ryan".

Y ante esa verdadera "lluvia de metralla" laboral a la que usted está enfrentado, quizás agachado en la pequeña trinchera que constituye su cubículo o puesto de trabajo en el ministerio u organismo oficial en que labora, la opción táctica que tiene es apostar a un conflicto laboral (llámese huelga, paro, operación morrocoy, pliego conflictivo, etc), pero debo recordarle que el actual gobierno tiene copados todos los órganos y poderes públicos ante los cuales pudiera ventilarse de manera justa y legal tal conflicto, por lo cual no le auguro buenos resultados. Por lo tanto, la otra vía, quizás la única, a la que usted podría apostarle sería, precisamente, la de cambiar de patrono y lograr que otros actores menos autoritarios y más dispuestos a conciliar y reconocerle sus derechos, accedan a la dirección del ministerio u organismo donde presta servicio. Y para lograr eso, para cambiar a esas autoridades que de manera sistemática durante los últimos 14 años le han negado sus justas reivindicaciones y le han conculcado sus derechos laborales y amenazado en un verdadero acto de "mobbing" laboral, debe aprovechar la oportunidad táctica que brinda el proceso electoral. Por lo tanto, no dude mas, salga de su trinchera y vote el próximo 7 de Octubre, que ese es el verdadero movimiento táctico posible. Claro que es posible que lo amenacen con "botarlo" si vota en contra, pero usted tiene ahora la oportunidad de sacarle la lengua a quien lo amenace de esa forma. Total, piense un momento ¿como lo van a despedir sus jefes si usted los va a despedir primero este domingo?

A aquellos que sienten temor ante la conseja, millones de veces proclamada por conspicuos representantes del gobierno saliente, acerca de que un gobierno opositor le retiraría los beneficios que significan las misiones o la seguridad social, les digo que el panorama es similar. En muchos casos el disfrute de esos beneficios ha sido sometido a la condición de que usted se vista con una franela roja y participe, casi que de manera forzada, en actividades proselitistas del partido de gobierno. A usted, que es beneficiario de alguna misión o programa social, le digo que no hay forma de retirarle ese beneficio. No solo porque el candidato de la oposición, Henrique Capriles, se ha comprometido de manera personal a mantener los programas sociales y beneficios de las misiones e incluso a mejorarlos, sino porque quiero que usted se de cuenta de que no va a ser posible, como interesadamente lo quiere hacer ver el gobierno, disminuir o restringir los programas sociales porque hacer tal cosa, en las condiciones actuales, equivaldría a disparar una protesta generalizada de consecuencias realmente gigantescas (otro Caracazo, pues), que es exactamente la misma razón por la cual el actual gobierno los mantiene. 

La única forma de eliminar programas sociales dirigidos a asegurar a los sectores más pobres el acceso a alimentación subsidiada, asistencia médica primaria, educación y muchas otras cosas mas, es generando un estado de bienestar económico generalizado mediante el cual se disminuyan los índices de pobreza. Para tal cosa, es necesario implementar medidas que permitan el crecimiento estructurado de la economía nacional, la expansión del empleo, el aumento de la inversión, el crecimiento del número de empleadores, la expansión del sector privado, el crecimiento en la producción nacional y muchas otras cosas mas. De hacerse realidad tal escenario, usted pasaría de ser un beneficiario de programas sociales mínimos, a ser un trabajador estable, con un salario real adecuado, con poder adquisitivo. Es decir, usted, amigo beneficiario de misiones o programas sociales, sería un ciudadano incorporado plenamente al proceso productivo del país y no necesitaría la beca o ingreso mínimo proveniente de la misión. Y para ello, debe salir de la trinchera en que se encuentra y votar este 7 de Octubre por una opción de progreso encarnada en la propuesta de la oposición democrática.

Si es Ud. de los que se encuentra acogotado por los malandros que pretenden, bajo coacción física, impedir que Ud. vote por otra opción que no sea sino la del gobierno, lo primero que tiene que entender es que esos  malandros que lo amenazan con sus armas de fuego, obran de esa manera porque el actual gobierno ha creado un estado generalizado de impunidad que permite tal situación. Esos malandros obran así porque el gobierno nacional le impide a los cuerpos policiales que repriman esos grupos anárquicos y delincuenciales. Esos malandros obran así porque el actual régimen ha copado el sistema judicial con jueces complacientes o, peor aún, por jueces que son verdaderos militantes políticos, que permiten que el marco de impunidad en que operan los malandros se haga realidad. Y para acabar con esa impunidad y con la actuación de esos malandros, usted tiene que salir de su trinchera y votar por una opción que represente la posibilidad del restablecimiento del Estado de Derecho, el rescate de la institucionalidad e impida que continúe perpetuándose la impunidad que nos azota.

Es posible que usted forme parte de ese grupo de ciudadanos que han sido víctimas de otra campaña de temor, recientemente puesta de moda por algunos saltimbanquis de la política, dirigida a hacerle creer a los ciudadanos que "de ganar Capriles, será peor que Chávez, porque es un ultraderechista que impone su criterio por encima de los sectores minoritarios y progresistas de la MUD y que, en consecuencia, dirigirá un gobierno que cercernará las libertades aún mas que el de Chávez". Esta "novedosa" campaña encabezada por algunos "líderes" de oposición, de cuyos nombres no quiero acordarme (para usar una famosa fórmula de expresión Cervantiana), pues también está dirigida a crear temor y miedo. Me permito entonces hacerle ver, apreciado lector, que la mejor garantía de que tal situación no puede ocurrir es, precisamente, la pluralidad alcanzada en la coalición opositora representada en la MUD. Henrique Capriles lidera un movimiento que es la expresión mas plural organizada en la historia política de Venezuela. No ha habido nunca, en la política venezolana, una concertación de fuerzas políticas como la que abandera Capriles, que solo encuentra expresiones similares en la concertación de organizaciones democráticas que se organizaron en Chile para derrotar al dictador Pinochet. Esa pluralidad y la evidente capacidad de concertación y cordura política de la que ha hecho gala Capriles para poder liderarla, son la garantía mas sólida de que no podrá establecerse jamás una línea de pensamiento político único o de acción política unilateral en el ejercicio del Poder.

Espero que con todo lo que le he expresado, pueda usted, querido lector, darse cuenta pues de que realmente no hay nada a que tenerle miedo y que aún sintiéndolo, la única movida táctica que puede usted tomar para salir de la peligrosa situación cívica que enfrenta, no es otra que la de votar, este 7 de Octubre, por la única propuesta electoral democrática, plural y amplia, esa que abandera un flaquito que anda, sin miedo, desmontando el miedo que pretende crear un gobierno que, con su acción, solo esconde su propio miedo. Una propuesta que no cabalga sobre el corcel del temor, sino sobre el mismo rocinante de progreso e ilusión sobre el que cabalgó, en su momento, aquel osado caballero de triste figura al que muchos desubicados creían un loco.


domingo, 30 de septiembre de 2012

SEMANA FINAL


Entramos en la última semana de la campaña electoral para la presidencia de la República. A estas alturas, se puede decir que en la práctica, las cartas están echadas. Ya ambos candidatos han rodado los dados y para este momento la mayoría de los ciudadanos tienen posturas adoptadas en relación con el proceso electoral.

Escojo este momento justo para escribir sobre lo que sin duda alguna va a ser uno de los procesos electorales más definitorios de la historia contemporánea de nuestro país. El resultado de los comicios del próximo domingo influirá de manera determinante en nuestro futuro y en el futuro de las próximas generaciones.

Tengo razones para pensar que podemos ver ese futuro con optimismo. Por primera vez, quienes nos hemos opuesto a Hugo Chávez, hemos logrado nuclear esfuerzos en torno a la figura de un candidato que ha sabido entender la inmensa responsabilidad que implica tal condición.

En lo personal, la opción encarnada por Capriles gozó de mi simpatía desde sus inicios, aún cuando mi inclinación ideológica pudiera parecer distinta. Apoyé tempranamente la candidatura de Capriles y pienso sinceramente que su opción tuvo momento estelar en aquel momento en que al aceptar el respaldo de Voluntad Popular y de Leopoldo López, expresó su deseo de encarnar una alternativa distinta a la “vieja política” y su compromiso con encabezar una opción diferente, joven, renovada y sobre todo con un gran compromiso ético en el ejercicio político. Creo no estar equivocado al afirmar que, en ese momento, Henrique Capriles interpretaba el sentimiento de millones de venezolanos que, como yo, no deseamos en modo alguno un retorno al pasado del ejercicio político desviado y corrompido que terminó por crear, como su perfecto Frankenstein, a este monstruoso presente, encarnado en el gobierno de Hugo Chávez y su ejercicio excluyente, fanático y antidemocrático del poder.

Como yo, millones de venezolanos que queremos fijar la mirada en el horizonte de un futuro promisor, nos hemos sentido profundamente identificados con la opción representada por este joven abogado caraqueño, que de la manera más humilde y sin pretensiones mesiánicas, se ha empeñado en una titánica lucha contra un gobierno que no ha dudado en usar todo el poderío económico del que dispone y de su inmenso poder y control de las instituciones fundamentales de la República, en una campaña totalmente desbalanceada. Mas que acertada ha resultado la estrategia adoptada por Capriles, de buscar el contacto directo con los electores y sobre todo, con los sectores más desposeídos, menos afortunados, esos a los que Chávez siempre se ha ufanado en representar.

Capriles ha llevado a esos sectores populares, un mensaje claro y directo: el próximo gobierno va a estar centrado en ellos. Y así debe ser, porque si bien un gobierno debe prestar apoyo al sector productivo y generador de riqueza, su desvelo principal, su función más fundamental, debe estar orientada a restablecer los desequilibrios sociales y a proteger a aquellos que viven en las condiciones de pobreza más desgarradoras. Pero aquí, también hay que decir que es fundamental entender que la labor de protección de esos pobres, desamparados y excluidos, implica por sobre todas las cosas el reconocimiento de su dignidad y el más profundo respeto hacia ellos. Por ello, me alegra que el candidato del progreso haya manifestado su compromiso de mantener los programas sociales y las misiones dirigidas a proteger a esos compatriotas y sobre todo, me complace que ese compromiso, además, haya dejado claramente expuesto que los programas sociales y las misiones no solo no se verán afectadas en modo alguno, sino que el próximo gobierno velará porque las mismas lleguen a todos los venezolanos que lo requieran, sin distingos de ninguna naturaleza y sin que priven, para su disfrute, razones clientelares o colores políticos. Yo espero también que ese compromiso se manifieste en absoluto respeto a la dignidad de los favorecidos y que nunca volvamos a presenciar el espectáculo infame y denigrante, de las inmensas colas de ciudadanos expuestos al sol o a la lluvia para adquirir un producto alimenticio subsidiado o para recibir cualquier otro beneficio social. Creo, sinceramente, que todos deberíamos exigir al próximo gobierno que se implementen mecanismos que permitan a los pobres y necesitados el disfrute de esos programas en unas condiciones más humanas, más dignas.

Creo firmemente que la felicidad del hombre tiene su fuente directa en el trabajo. Frente a aquellos que ven en el trabajo una especie de maldición bíblica, no dudo en manifestar que nada satisface mas a un ser humano que el disfrute de aquellas ventajas que le proporciona su trabajo honrado. Me encuentro totalmente convencido de que el trabajo y la propiedad privada son las columnas fundamentales sobre las cuales se afirma la sociedad humana. Todo hombre debe tener el derecho indiscutible a hacer suyos aquellos bienes a los cuales ha tenido acceso a través de su esfuerzo y su labor honrada y hoy nadie discute los límites sociales que deben ser impuestos a la propiedad privada. Por eso, creo sinceramente que los venezolanos debemos dejar de lado los cantos de sirena encarnados en ideologías que dejaron demostradamente comprobada su inviabilidad en los escenarios históricos de Rusia, de Europa Oriental y de otras localizaciones geográficas en que esos mismos cantos de sirena no dejaron sino un rastro de pobreza, desolación y enorme corrupción. Es el momento de empeñarnos, como uno solo, en la construcción de un país, de un Estado, que estimule la creación de empleos y que consolide una sociedad de propietarios, señalando y definiendo de manera clara las limitaciones derivadas de razones de utilidad pública o social.

No creo, en modo alguno, que el Estado deba ser un agente neutro y ajeno al desarrollo económico. Por el contrario, soy de quienes consideran que el Estado debe intervenir determinantemente en el control de la actividad económica. La experiencia del Estado Liberal Burgués dejó suficientemente comprobado que cuando el Estado se abstiene de intervenir en la actividad económica, solo contribuye a que los más fuertes aprovechen los desequilibrios existentes para perjudicar a los más desprotegidos. Por otra parte, pertenezco a una generación que ha podido ser testigo de cómo las experiencias neoliberales puestas en efecto en América Latina en los años 90, no solo no dieron resultado alguno en lo económico, sino que además acrecentaron la brecha social existente en nuestra región. Siento que en la propuesta de nuestro candidato, hay también la misma convicción.

El próximo domingo iré a votar por Henrique Capriles con la seguridad de estar eligiendo a un Presidente que conoce y valora perfectamente el valor de la educación para una sociedad moderna. América Latina en general y Venezuela en particular, vivió sus mejores momentos de movilidad social y de formación de una sólida clase media, cuando a principios de los años 60 se dio una lucha por el mejoramiento del sistema educativo. Muchos de los jóvenes de mi generación teníamos en nuestros propios padres el ejemplo más claro de cómo el acceso a la educación secundaria y profesional, sirvió para ayudar a generar una clase media que enriqueció al país y contribuyó a transformarlo de una sociedad rural en el país moderno del cual gozamos todavía hoy. Hoy, Venezuela necesita como nunca de un sistema educativo que contribuya a restablecer esa situación. Y ese sistema educativo debe no solo ser mejorado en la cuantitativo, sino que debe ser también mejorado en lo cualitativo. El próximo gobierno debe empeñarse en que la educación venezolana esté basada no en la visión ideológica del gobierno de turno, sino en los más profundos valores del pensamiento humano. Nuestro sistema educativo debe ofrecerle a los jóvenes, en su proceso de formación, la más amplia y plural visión del conocimiento y del pensamiento, para garantizar de esa manera la formación de un ciudadano crítico y consciente de su compromiso social.

El próximo gobierno, encarnado en la figura de Henrique Capriles, debe empeñarse en el rescate del ejercicio ético de la política. Constituye una verdadera exigencia del presente el que no solo el Presidente, sino todo el aparato político del Estado Venezolano, se empeñe en una lucha sincera contra la corrupción. Creo sinceramente que ya Henrique Capriles ha dado una demostración clara y determinante de su postura frente a este problema. Me refiero al caso del Diputado Caldera. Tal vez muchos venezolanos, y sobre todo muchos opositores, cayeron impensadamente en el error de tratar de restar importancia a ese caso. Muchos, equivocadamente en mi modo de ver, solo quisieron ver ese caso como un “error”, como una “trampa” tendida a una figura opositora, como el aprovechamiento de una actuación “inocente”,  o para decirlo con palabras mucho mas llanas, como la actuación desprevenida de un joven que cayó por “pendejo”, para usar una palabra muy utilizada por el actual Presidente últimamente. La verdad es que, lejos de esas posiciones, siempre he creído que el Diputado Caldera incurrió en una actuación totalmente desprovista de ética. No podemos catalogarlo de tonto. Tonto hubiese sido si lo hubiesen engañado, si le hubiesen ofrecido algo distinto a lo que obtuvo, si hubiese sido víctima de un “paquete chileno”. No, el diputado fue conscientemente a buscar un provecho económico (Ud., amigo lector, puede llamarlo “contribución para su campaña” o como quiera) y demostró con ello que no está a la altura ética que requerimos los venezolanos en la actualidad. Frente a ello, la actuación de Henrique Capriles fue totalmente ejemplar y no dudó en modo alguno en condenarla y en alejar prontamente a quien incurrió en dicha falta del proyecto político que queremos construir. Creo que todos podemos ver en ese gesto, el inicio de una clara y determinante posición de combate a la corrupción.

Finalmente, para dar término a este largo escrito por el que pido disculpas a todos los que me leen, el próximo domingo iré a votar por un verdadero relevo en el liderazgo político venezolano. Es momento de que no solo estimulemos, sino que demos apoyo decidido a una entrega del testigo. Venezuela necesita de una juventud que se comprometa con el destino histórico de nuestra nación y que asuma su papel protagónico en la construcción de la sociedad mejor que todos queremos. No podemos seguir soportando el bloqueo constante del relevo político por aquellos que solo aspiran a seguir disfrutando de posiciones, privilegios o prebendas. Es momento de dar un impulso firme a la participación de los jóvenes en la política y para ello es necesario reconocerles su importancia y su pleno derecho a ejercer el liderazgo. Henrique Capriles, junto a Leopoldo López, Carlos Ocariz, Carlos Vecchio, Freddy Guevara, Pablo Pérez, María Corina Machado y otros miles de jóvenes desplegados a lo largo y ancho de nuestra geografía, han abierto el espacio necesario para la renovación del liderazgo opositor. Yo voy a votar el domingo 7 de Octubre para apoyar esa renovación, ese nuevo aire, esa reoxigenación tan necesaria.

Y este 7 de Octubre, vamos a ganar, no solo porque somos mayoría, sino porque tenemos el mejor candidato, la mejor propuesta y unos jóvenes dispuestos a dar lo mejor de ellos para emprender la construcción de un mejor país. Vamos a ganar, porque nos inspira el más profundo amor por nuestra Venezuela, por sus hijos, por su bandera tricolor. Vamos a ganar.



viernes, 31 de agosto de 2012

¡CUMPLIMOS!



En días pasados confesé cuan difícil se me hace a veces comprender a mi país. Estos últimos años de pasión desbordada, de constante descalificación, de discursos incendiarios, de actitudes que evidencian resentimiento y odio, me han puesto en frente a un país que no conozco, que no comprendo, que se me ha vuelto indescifrable.

Amuay, en cierto modo, es otro hito que desnuda ese rodar cuesta abajo que como sociedad hemos venido padeciendo desde hace años, muchos mas que los catorce del Comandante.

Unas imágenes publicadas en los medios de comunicación me han afectado de manera profunda, me han causado una mezcla indescriptible de tristeza y repulsión. Se trata de las imágenes tomadas y difundidas con ocasión de la definitiva extinción de los fuegos que afectaban a los tanques de almacenamiento de la refinería. En esas imágenes, los bomberos junto al Ministro de Petróleo se presentan felices y sonrientes, el tiempo que un encabezado de prensa proclamaba orgullosamente: ¡CUMPLIMOS!.

Realmente me asombra que ante la magnitud de la tragedia que implicó el suceso de Amuay, nadie haya elevado la voz para llamar la atención sobre semejante desatino. Esas sonrisas, esa alegría y sobre todo la infeliz frase, no podían estar mas fuera de lugar . 

He observado a muchos simpatizantes del oficialismo responder a las solicitudes de investigación sobre las causas del suceso con verdadera liviandad. Que si recuerden Tacoa. Que si los accidentes pasan. Que recuerden Tejerías donde la perforación de un gasoducto por el operador de una excavadora propiedad de una contratista originó un espantoso incendio donde falleció un elevado número de compatriotas.

A eso respondo, desde mi conciencia, que ciertamente los accidentes ocurren y mas cuando se trata de actividades de elevado riesgo como la petrolera. Pero nunca, jamás, en ninguno de esos horrendos accidentes, observé a ningún bombero posar sonriente ante las cámaras, ni presenciamos nunca los venezolanos a un ministro mostrando su satisfecha sonrisa pepsodent ante las cámaras. Y mucho menos, pero muchísimo menos, algún medio de comunicación reflejó en medio de la tragedia de Tacoa o el deslave de Vargas una frase tan infeliz e inadecuada como ese ¡Cumplimos!

Ese cumplimos es la prueba irrefutable de cuanto hemos perdido en humanidad, de como estamos de desencontrados, de como la brújula normal de nuestra sociedad gira alocadamente y ya no enseña ningún norte. Ese cumplimos y esas sonrisas, marcan la magnitud de la distancia ética que sacude a nuestra sociedad y que se muestra cada vez mas ausente de nuestra cotidianidad. Esas sonrisas y ese cumplimos son sencillamente inhumanas, claramente inaceptables. 

Solo por un minuto, tan solo por un minuto, piense Ud. amigo lector, en como se sentiría Ud. si su casa fuera pasto de las llamas y ese incendio acabara con la vida de sus seres queridos y con los bienes que durante toda una vida de esfuerzo logró adquirir y le tocara ver como los bomberos, después de apagar las llamas y rescatar los cadáveres, posaran frente a su vivienda humeante, sonrientes y satisfechos y proclamaran ese ¡cumplimos!

Ni por un momento me propongo que estas líneas sean una crítica partidista. Usaría las mismas letras y no cambiaría ni una coma, si los actores fueran rojos rojitos, azules azulitos, amarillos amarillitos o del color que fuera. Pero lo que si se proponen estas líneas es, al menos, tratar de que aunque sea uno solo de mis lectores reflexione sobre la necesidad urgente que tenemos de rescatar nuestra humanidad, nuestro sentido de pertenencia, nuestra condición de seres humanos hermanados por esa geografía hermosa y rica que llamamos Venezuela.



jueves, 24 de mayo de 2012

ENCUESTAS, CASQUILLOS Y COSQUILLAS


Me ha llamado mucho la atención que hay dos sectores, aparentemente contrapuestos, dedicados a hacer concienzudos análisis de las encuestas. Por supuesto, el primero es el sector oficialista, que ha desparramado un montón de cifras de conocidas y no tan conocidas encuestadoras que en su entender “favorecen” a Hugo. Repentinamente, todos los seguidores del Comandante Presidente han fijado su mirada en las encuestas y reivindican un fervoroso credo en la infalibilidad de esos instrumentos de medición. Parecen olvidar que algunas de esas mismas encuestadoras daban, por decir un ejemplo, ganador a Diosdado en Miranda, antes de que nuestro coterráneo Presidente de la Asamblea Nacional, ese mismo a quienes algunos han dado en llamar “ojitos lindos”, sufriera el “revolcón” que le propinó justamente el actual candidato unitario.

Sin embargo, difícilmente pudiera yo criticar que los chavistas “legítimos” no recibieran con buenos ojos y mejor esperanza esas encuestas. ¿Qué algunas de ellas son pagadas por el Gobierno o que sus Directivos reciben el patrocinio de un ente oficial para viajar por el mundo mostrando sus resultados? De todas maneras esas “menudencias” no tienen porque amilanar a ningún chavista de leal corazón, porque lo importante es el número que ellas muestran, que viene a ser para el ánimo de muchos de ellos algo casi como una Viagra, es decir, una panacea para levantar el ánimo, ya de por si decaído por las malas noticias sobre la salud del Comandante.

El otro sector que proclama en alta (tal vez demasiado alta) voz el resultado de esas mismas encuestas, es esa porción de la oposición que parece temer mas el obvio desplazamiento que supone para ellos la renovación política y generacional que encarna Henrique Capriles Radonski. Ese mismo pedacito de la oposición que hasta hace poco, nucleados alrededor de otros precandidatos, decían que “según las encuestas la cosa está pareja” hasta que asumieron, hipidos de por medio, que Henrique Capriles había arrasado en las primarias con una sólida mayoría construida a fuerza de amplitud, perseverancia y trabajo. Es ese mismo sector cada vez mas minoritario de la oposición que cada vez que se refieren a Capriles y al liderazgo joven y renovado que lo rodea, lo hacen con un cierto dejo de desdén, porque se creen políticos más experimentados ya que, según ellos, Capriles carece del “rodaje” que ellos tienen, como si no se dieran cuenta de que en gran medida ese “rodaje” de ellos tuvo que ver con el “rodaje” del país por la cuesta que significan Hugo y su combo. En fin, son esos políticos de la “vieja guardia” que todavía, como Ramos Allup, disfrutan creyendo que son los “enfants terribles” de la vieja política, sin darse cuenta de que las grandes mayorías los rechazan tanto o  más que a Hugo, con quien, por cierto, pareciera que saben entenderse mejor que con Capriles.

Son esos mismos políticos acartonados, como planchados con almidón, que gustan de hablarle a la gente con su tono docto y engolado, porque creen que el tonito los coloca en una posición superior, sin entender nunca que la gente sencilla, común y silvestre no los entiende y que no gozan de su simpatía precisamente por esa distancia enorme que ellos mismos marcan. A algunos, en determinados momentos, hasta les ha dado por decir groserías y palabrotas, creyendo que de esa manera de “acercan a la masa” sin darse cuenta de cuan mal les queda la morisqueta.

Algunos de esos viejos políticos, hasta hace poco, trataban vanamente de jugar al maniqueísmo barato de la “izquierda” y la “derecha” y pontificaban (eso sí, doctamente) sobre la invencibilidad de la “maquinaria adeca” y de cómo la alternativa de “izquierda” se impondría fácilmente. Utilizaron todo tipo de argumentos infantiles para tratar de convencer (¿o de autoconvencerse?) de la bondad de “su” alternativa para la transición. Son de esos políticos de esa vieja política rechazada y fracasada, plagada de errores (¿alguien recuerda la “brillante idea” de abandonar las elecciones parlamentarias y entregar la Asamblea Nacional al chavismo?), que nunca han hecho un mea culpa, que jamás se han dado ni un golpecito de pecho ni mostrado el menor arrepentimiento, pero que creen firmemente que “el pueblo” va a dejar de votar por Chávez para reponerlos a ellos en sus antiguas prebendas, en su escandaloso ejercicio del poder que no sirvió sino para generar a Hugo.

No pocos de esos sectores hablan hoy a través de un muñeco de ventrílocuo, un personajillo oscuro y fatuo que pretende actuar como el gran Gurú mayamero de la política venezolana. Un personaje que siempre ha aportado poco pero ha tratado de disfrutar mucho y que permanentemente trata de cobrarnos sus dizque sufridas persecuciones por gobiernos del pasado. El que habla como si nunca hubiese roto un plato. Es más que obvio que detrás de todo el palabrerío vacío, no hay sino lo que ha sido su conducta constante: amenazar con el escándalo, pretender dañar con el uso del medio de comunicación social que usufructúa, para tratar de obtener prebendas, privilegios o posiciones mediante una negociación forzada.

La verdad es que tanto unos como otros, me convencen cada vez más de que el camino seguido por Henrique Capriles es el más correcto. Los votos de millones de venezolanos, emitidos el 12 de febrero, para ungirlo como candidato unitario, ponen en evidencia que en la oposición la gran mayoría quiere avanzar, sin mirar hacia atrás ni por un momento, hacia un país mejor, más democrático, más justo, más igualitario, mas incluyente, menos violento. Este “ruido” de Tirios y Troyanos, confirma lo correcto del deslinde que bien supo hacer Capriles, en su momento, cuando llamó a desprendernos de la “vieja política” para iniciar un camino renovado, joven, democrático, amplio. Ese deslinde sin cortapisa con una manera poco ética de entender el ejercicio político, fue, sin duda alguna, el momento cumbre de Henrique Capriles. Y ese deslinde no quedó en meras palabras, ni fue un ejercicio retórico, sino el convencimiento legítimo de estar interpretando el sentir de las grandes mayorías opositoras.

Por eso, si me fuera dado, yo solo le diría a Capriles que siga adelante sin prestar oídos a esos que solo quieren “meter casquillo” para entrar en una discusión inútil e innecesaria que solo llevaría a perder tiempo, a gastar pólvora en zamuros, en pesados (y pasados) gallinazos que todavía revolotean sin entender que pasó su tiempo. El discurso y el mensaje de la campaña electoral no puede ser otro, sino el que hasta ahora se ha llevado, casa por casa, por todo el país. Un mensaje de esperanza, de inclusión, de democracia, de compromiso con los sectores más desvalidos y sufridos. Un mensaje de compromiso absoluto con la justicia social, que garantice que nunca más habrá perseguidos políticos en nuestro país y que jamás volveremos a tener un gobierno que discrimine a los venezolanos por su pensamiento o que los divida en sectores irreconciliables.

Ante ese intento de chantaje y saboteo, lo que Henrique debe hacer es seguir adelante, sin prestar oído a los necios de siempre, sin que el palabrerío y el ruido le produzcan ni siquiera cosquillas.




martes, 15 de mayo de 2012

LA BOCA DE PASTOR



La verdad es que la realidad política de nuestro país es tan decepcionante, que había decidido morderme los labios (o en todo caso morderme los dedos con que pulso el teclado) y no hacer comentarios. Al final, la "competencia" con Hugo ha estupidizado tanto a algunos opositores, que parecen no darse cuenta de que al decidir "presentar batalla" no han logrado mas que revolcarse en el mismo lodo. 

Por otro lado, aún cuando me parece alentadora la figura de Henrique Capriles y de la renovación política que representa, no puedo dejar de mirar con desconfianza y desilusión a esa parte del "liderazgo" opositor que mira con un extraño brillo en los ojos en dirección al Gato Briceño. Perdidos en su particular mundo de egoismo y ansiosos solo por conservar una "cuota de poder", parecen olvidar que el Goberminino constituye uno de los capítulos mas negros de la historia política de nuestro Estado y dejan de lado también la enorme corrupción y las atrocidades sufridas por nuestro Estado durante esta administración dedicada a enriquecerse con los fondos públicos a ritmo de gimnasio, estiramiento de músculos y ensanchamiento de bíceps y pectorales.

Pero lo que en realidad me hace retomar el teclado, es el triunfo de Pastor Maldonado. En una sociedad normal, unida, democrática, tolerante y moderna, el triunfo de Pastor debería ser motivo de auténtica alegría para todos los ciudadanos. Después de todo, que nuestro himno nacional haya sonado por vez primera vez en una competencia de Fórmula 1, es un hecho inédito y novedoso merecedor de nuestra admiración. No es de extrañar, pues, que tanto desde el régimen, como desde la oposición, se hayan elevado comentarios elogiosos por este primer (y hasta ahora único) logro de Pastor. Vale también recordar, que este "aplauso aparente" desde todos los sectores, no ha sido gratuito y mas bien se ha destacado, desde una y otra trinchera, el enorme apoyo y respaldo financiero recibido por Maldonado desde nuestra principal industria nacional (PDVSA), esa PDVSA de todos que desembolsa casi 70 millones de dólares (casi 300 millónes de bolívares fuertes o 300 mil millones de aquellos "viejos bolívares").

Hasta ahí las cosas, nada parece quitarle brillo al triunfo de Pastor. Todo bien, todo chévere, todo magnífico. Por un momento pareció que Pastor, con su subida al podio, lograba lo que sin tanto aspaviento hizo la Vinotinto: ayudarnos a dar un paso en la unidad y reconciliación que tanto nos hacen falta. Y hasta yo, que nunca le he hecho caso a la Fórmula 1, porque me parece aburrido hasta el extremo eso de ver en la tv unos carros marchando a toda velocidad durante horas y horas, aparte de parecerme un deporte mucho mas "oligarca" que el tennis y el golf (bendito sea Jonathan Vegas, por cierto), ya casi empezaba a mirar con otros ojos la fulana Fórmula, cuando Pastor soltó la lengua, apretó los puños y afirmó que con ese triunfo "hemos callado algunas bocas".

Y ahí, me di cuenta de que Pastor no es sino otra decepción. Pensé entonces en todos los fracasos anteriores y la enorme suma de dinero "del pueblo" sacrificada para proporcionarle a Pastor esta pequeña victoria. Lo menos que esperaba, visto todo el cúmulo de derrotas, errores y descalabros acumulados antes de la subida al podio, era humildad, aunque fuera en una pequeña dosis. Pero no, Pastor prefirió marcar la diferencia, jugar a ese mismo juego macabro del blanco y negro que nos separa y enfrenta desde hace mas de una década. Para Pastor, el triunfo no fue mas que "su" oportunidad de callar algunas bocas.

Y me sentí algo así como el padre que durante años ha financiado a un hijo tarambana, que fracasa y fracasa en los estudios y repite y repite años sin avanzar ni mucho menos lograr obtener un título, pero que un día logra, después de largos años, sacar un 20 en un exámen parcial y aprovecha entonces para decir que con ese 20 "le calla la boca a algunos" de los de la familia que criticaban con justeza las largas sumas invertidas y los escasos resultados obtenidos.

¿Sabes que Pastor? Nojiles. Un silencio hubiese sido mucho mejor que esa frase tan infeliz.